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«No hay persecuciones de coches. Sale un orangután durante una hora y diez»

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Nicolas Philibert

Documentalista francés

En 2003, el filme de Philibert «Ser y tener» fue elegido como el mejor documental europeo. Este galardón vino a confirmar la trayectoria del realizador nacido en Nancy en 1951, que comenzó a grabar a finales de los setenta. «Nénette» sería su novena película.

Aritz INTXUSTA | IRUÑEA

Nicolas Philibert abrió con su último trabajo, «Nenette», el festival Punto de Vista de Iruñea. «Ser y tener» y «Regreso a Normandía» han confirmado a Philibert como uno de los realizadores de referencia dentro del documentalismo actual. Se trata de un tipo concienzudo. Para rodar el documental «El País de los sordos», aprendió el lenguaje de signos. Antes de responder a las preguntas de esta entrevista, calla unos segundos mientras se clava el índice y el pulgar en las cejas. Piensa mucho para hablar.

Tener a un oranagután enjaulado como el único personaje que se ve durante todo el filme parece una apuesta arriesgada. ¿Qué busca transmitir con «Nenette»?

No he rodado este documental para transmitir un mensaje. La película no nace de la necesidad de querer decir algo. No hay ninguna idea preexistente. Los espectadores pueden adueñarse de lo que ven. Una película como ésta permite al espectador reflexionar sobre ciertas cosas: sobre nosotros mismos, sobre las relaciones entre hombre y animal, sobre la libertad y la cautividad o sobre la desaparición programada de los orangutanes. Considero que la película abre pequeñas puertas. Realmente, se trata de una película un poco especial. Durante una hora y diez minutos se ve a un orangután detrás del cristal de su jaula, mientras se escuchan los comentarios de los visitantes. Y eso es todo. Constituye una experiencia bastante particular. No hay persecuciones en coche, ni ese tipo de cosas. Tampoco se trata de un documental de animales como los que estamos acostumbrados a ver por la televisión. Es como un cara a cara, nos lanza contra un mono, un animal que es a la vez cercano a nosotros y diferente. Creo que, sin duda, se trata de una de las especies animales más cercanas al hombre. Podríamos decir que Nénette, esta orangutana, es como una figura del otro, el otro por excelencia.

Usted dijo que «La moindre des choses» trataba también de «aquello que nos conecta con el otro, de todo cuanto el otro puede hacernos aprender de nosotros mismos». Sin embargo, esa película estaba rodada en un siquiátrico.

Las dos películas son muy diferentes. Se trata de experiencias muy distintas para el espectador, aunque sí que es cierto que podría decir esta misma frase de «Nénette».

Además de la relación con el otro, en «Nénette» también se tocan los vínculos entre hombre y animal, algo recurrente en su filmografía.

He realizado alguna película sobre la relación con un animal, aunque no soy ningún especialista en los vínculos entre hombres y animales. Para mí, los temas de mis películas no son más que un pretexto. Sería incapaz de decirte con exactitud cuál es el tema de cada una. «La moindre des choses» no trata de enfermedades mentales. En ese filme, se ve cómo se monta una obra teatral y tampoco constituye una película sobre el arte dramático, ni sobre el teatro como terapia. Es un poco de todo y también otras muchas cosas. Con «Nénette» ocurre lo mismo. No es un documental sobre animales, aunque sólo se vea a un animal. Todas mis películas tienen una dimensión metafórica.

Pero sin embargo, sí que insiste en determinados escenarios. Rodó también en una galería zoológica.

El lugar no era exactamente igual. «La ciudad Louvre» trata sobre un museo, sobre la galería de zoología del Museo de Historia natural de París. Bueno, confesaré que sí que se encuentra justo al lado del parque donde está encerrada Nénette. Ese museo permaneció cerrado durante 30 años y después se decidió restaurar. Se restauraron las colecciones, se llevaron a los taxidermistas cientos de animales disecados. Pero sería un error tomar estas imágenes al pie de la letra, porque ese filme tiene una dimensión muy onírica. Podría decirse que grabé animales, estos animales disecados mirando fijamente a la cámara e intenté darles un toque de vida.

Veo que prefiere la palabra experiencia para referirse a sus propias obras, ¿por qué?

Creo que también podría llamar aventuras a mis trabajos. No me planteo mis documentales con un guión preciso. Lo cierto es que voy inventando día tras día, mientras sigo capturando las imágenes. Para realizar una película necesito el punto de partida, pero jamás sé a dónde me va a llevar hasta que transcurre un tiempo. Confieso que, a veces, no sé siquiera cuál va a ser ese punto de partida. Por eso puedo afirmar que no hay mensajes preexistentes. En ocasiones, al final de todo el proceso, ni siquiera descubro por qué he querido hacer esa película.

Entonces, podría hablarse de dos experiencias. Una la suya, mientras graba, y otra, la que genera en el propio espectador.

Todas mis películas se basan en encuentros. Por definición, nadie sabe cuál es el resultado de un encuentro. El carácter del encuentro entre la persona que rueda y las que son rodadas, se percibe en la propia pantalla. Creo que todas las películas dicen algo de la naturaleza de la relación entre el que rueda y quienes son filmados. Esta relación repercute, asimismo, en la mirada del espectador. Si el documentalista graba de una manera opresiva, como si fuera un voyeur, un vulgar mirón, el espectador se va a sentir incómodo. Finalmente una película desata un triángulo relacional entre el que graba, el filmado y el espectador. Ese elemento o esa sensación que circula entre los tres protagonistas constituiría la experiencia a la que me refiero.

¿La presencia de la cámara, del hombre que graba, debe percibirse o tratar de ocultarse al máximo?

Yo, por ejemplo, nunca intento que se me olvide. A veces, las personas a las que grabo miran a la cámara. Eso no me plantea ningún problema. Jamás digo a la gente: «actuad como si no estuviera aquí». Es obvio que estoy ahí, lo contrario constituye una impostura. La cuestión es saber cómo estar en ese lugar porque eso determina cómo se establece la relación con quienes son grabados. ¿Es legítimo estar ahí con una cámara? En algunas ocasiones quizá, en otras, resulta más complicado. Al fin y al cabo, una película también es el fruto de una cadena de decisiones que se han de tomar sobre la estética, la política y la economía.

Y para forjar esa relación, ¿prefieres trabajar solo o con un equipo?

Trabajo con un equipo, aunque reducido.

Pero a veces adultera menos uno solo. Es más discreto.

Las personas con las que trabajo son muy discretas y van con cuidado. No se trata de que nos olvide, sino que se nos acepte, que no es lo mismo. Hacerse olvidar implicaría ir a robar algo. No me gusta grabar a escondidas, me gusta estar presente, estar con. Es algo que está ocurriendo y yo estoy con ellos.

Usted lleva más de 30 años dirigiendo documentales. ¿Siempre ha sido guiado por esta filosofía? ¿Cuál ha sido su evolución?.

En mi primera película estaba más distante. La película trataba sobre grandes empresarios. Eran los jefes de IBM en Francia, Thompson, Elf... No se generaba la misma empatía.

Mejor con la orangutana.

Es más simpática. Los orangutanes son animales más simpáticos que los ejecutivos.

¿Más humanos?

Quizá.

pretexto

«Los temas de mis películas no son más que un pretexto. Soy incapaz de decir con exactitud de qué trata cada una de ellas»

cara a cara

«Es como un cara a cara contra un mono, un animal que es a la vez cercano a nosotros y diferente. Esta oranguntana sería el otro por excelencia»

mirada

«Cuando el documentalista graba como si fuera un voyeur, un vulgar mirón, el espectador se va a sentir incómodo»

Dos largos más para la sección oficial que presento trabajos de Berliner y Nizaruddin

Los largometrajes de Ion de Sosa («True love») y la ópera prima de Brent Green («Gravity was everywhere back then») se pasaron ayer para la prensa y hoy se podrán ver en sesión abierta por la tarde. Lo mismo ocurre con dos de los seis cortometrajes que optan a los premios del festival Punto de Vista. Se trata de obras muy dispares que llevan la firma de Alan Berliner -un realizador de referencia para los responsables de este festival de no ficción- y de una joven India, Fathima Nizaruddin, que se encuentra estos días en Iruñea, invitada por Punto de Vista.

El trabajo de Ion de Sosa nos muestra el dolor y la soledad que sintió este joven cuando fue abandonado por su novia, Marta. Se trata de un documental con poco artificio, con planos largos, rodados muchos de ellos con una cámara de 16mm y con sonido ambiente. Constituye una apuesta de un marcado carácter intimista sobre la vida de De Sosa con Marta, en la que se refleja la vida cotidiana de la pareja y sus amigos en Berlín. Por ejemplo, se ve a Marta pelar un kiwi, bailar, reírse, dormir... El drama comienza con la ruptura sentimental, cuando Marta abandona esa vida y, los mismos espacios que antes llenaba, quedan desiertos.

Por su parte, Brent Green, animador y músico, propone una historia de amor algo excéntrica, basada en la historia real de Leonard y Mary, que se conocieron tras un accidente de coche. Sin embargo, este documental dista mucho de pertenecer a un género clásico ya que está rodado en un escenario que Green construyó en el patio de su casa. En «Gravity was everywhere back then» participan actores y cuenta con escenas realizadas mediante el montaje en stop-motion. Las películas de Green, que vive en Pensylvania, se han proyectado en festivales de cine, como el de Sundance, pero también en museos como el MoMa de Nueva York o Warhol Museum. Es decir, están a medio camino, entre el cine y la videocreación artística.

La propuesta de 27 minutos de la india Nizaruddin («Talking heads. Muslim women») constituye un fresco alegato en contra de la imagen preconcebida que se tiene en Occidente sobre la mujer musulmana. La arriesgada apuesta por la voz narrativa carga contra los prejuicios que se han establecido, y aporta una gran dosis de sano cinismo.

Alan Berliner presentó como estreno internacional su obra «Translating Edwin Honig: a poet's alzheimer». Un proyecto de 19 minutos, que ha sido calificado por «The New York Times» como un trabajo «poderoso, potente y agridulce». Berliner retrata a su mentor y primo, Edwin Honig, crítico literario, poeta y traductor de los libros de Lorca, Calderón o Pessoa al inglés. En esta pieza de 19 minutos, se ve a un Honig que ha perdido su habilidad con la palabra y buena parte de sus recuerdos. Sin embargo, Berliner lo retrata con extremado cariño, demostrando que aún le queda la magia de la rima y, por encima de todo, su dignidad.

Por otra parte, hoy se proyecta la película más larga de la edición de este año «Vapor Trail», de casi cuatro horas y media que está fuera de la competición. Además, dentro de la sección sobre documental y feminismo, se proyectan tres sesiones distintas de cortos que abordan este tema. En cuanto a la segunda retrospectiva «Tupi or not tupi», la película elegida es «Serras da desordem» de Andrea Tonacci, que narra los viajes de un indio brasileño vagabundo. A.I.

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