Raimundo Fitero
Signos amnésicos
La pregunta poco recomendable es: ¿dónde estabas el 23-F? La memoria es muy caprichosa y cuando se acumulan treinta años, la certidumbre es más que borrosa. Cuando se reúnen alrededor de una mesa periodistas y políticos, se puede colapsar el ambiente con una superposición de egos errantes que acaban creando una boina de contaminación. De las muchas que se sucedieron a lo largo del día famoso en la que se dio por acabada la transición con un cierre militar, fue en La Sexta, en ese espacio llamado «Al rojo vivo», que tiene muy poco de rojo y mucho de compadreo de aluvión, donde algunos conocidos periodistas pugnaban por ser los protagonistas de aquella tarde-noche.
Habían estado en el Congreso, al lado de la cámara abierta, del micrófono no cerrado. Todos a codazos para justificar, en algunos casos, lo injustificable, y para hacernos ver que algunos, por ejemplo ellos, estaban convencidos de que iba a fallar el golpe. Bueno, bueno. El miedo es libre. Y el miedo siguió durante años, leyes, marchas atrás, actuaciones violentas, extinción de cualquier intento independentista y todo cuanto sabemos y que ahora se nos quiere disfrazar.
Es decir, quieren que la foto fija del triunfo de la democracia sobre la posibilidad del la involución, de hacer ver que nadie sabía nada, que todo fue un acto espontáneo de Tejero y unos más, es algo que deberían dejar aparcado. No insistir. Sucedió lo que sucedió y cómo sucedió. Hubo cómplices en todos los estamentos, pero algo falló para que no prosperara. Y no fue, precisamente, la salida de la ciudadanía a la calle a defender la democracia, porque nadie se movió hasta que todo pareció controlado.
Lo cierto es que aquella tarde-noche fue el salto cualitativo de la radio, que gracias a que una cámara de televisión se mantuvo abierta se puedo ver lo que pasó, porque sin esa grabación nos hubieran ocultado la verdad como así sucede sobre todo lo que pasó fuera del hemiciclo. Y sería bueno explicarlo bien porque en varias encuestas callejeras, con jóvenes, nadie tenía ni idea de ese suceso, y eso sí que es grave, porque crear una historia amnésica es el peor virus para el futuro.