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El actor Kevin Costner sigue los pasos rockeros de Bruce Springsteen

Kevin Costner nació en el 55 en California. En sus venas hay sangre india, por lo que no extraña el acierto y el empeño que le puso al filme «Bailando con lobos». Se ha casado tres veces y tienes siete hijos. También fue un brillante jugador de béisbol, por lo que este deporte también se encuentra dentro de su filmografía. El salto musical se produjo a instancias de su tercera esposa, Christine, quien a mediados de la pasada década le animó a seguir este camino.

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Lorenzo SANZ |

Hastiado por los altibajos de su vida hollywoodiense, este eterno seductor de ojos claros y mirada triste, con su vertiente musical vuelve a demostrar las amplias miras y posibilidades de su recorrido artístico al margen del cine.

Costner, sometiéndose a un proceso de reinvención casi onanista, propio de aquellas personas que se lo pueden permitir gracias a su solvencia y varios premios de prestigio, ha sabido calar en los corazones de los espectadores de medio mundo por su simpatía y profesionalidad contrastada, hora tanto desde la pantalla como desde la guitarra.

Que Costner haya orientado parte de su vida a la música, habrá que achacárselo a su esposa, Christine Baumgartner, que fue la que le insistió y persuadió para que retomara una afición ahogada por la fama adquirida en el mundo del celuloide.

Tras veinticinco años dedicados al cine, ya fuese como actor o bien como director de títulos tan comprometidos como «Open range», «The postman» o «Bailando con lobos», esta última financiada desde Europa, capital alemán en su mayoría, Kevin decide reagrupar a sus antiguos compañeros de escuela y retomar antiguas aficiones que, tras muchos ensayos, dieron luz a un primer disco, «Untold truths», algo así como «Verdades sin decir», probablemente aludiendo a la afición residente, en forma de pasión musical, que Kevin debió ahogar durante décadas, mientras ganaba cantidades ingentes de dinero dedicándose a la profesión que hoy por hoy le ha dado todo como artista, el cine.

Kevin Costner aprendió a tocar la guitarra y el piano cuando era un niño. Esa afición le llevó incluso a formar parte del coro de la iglesia de su pueblo, Lynwood, California, y de producciones escolares en las que siempre se colgaba la guitarra para cantar a los héroes de sus discos. Era como ese niño que siempre sabe animar una fiesta, un personaje de recursos que se siente feliz inventando sus canciones, cantando sin pudor, creyéndose esencial.

La primera banda de Costner, allá por 1988, se llamó Roving Boy y en ella ya militaba, además del propio Kevin, el guitarrista, cantante y compositor John Coinman, reenganchado en esta reencarnación desde proyecto primigenio. A ellos, también se unió Blair Forward (bajista), ambos, con un envejecer algo menos generoso que el de Kevin. Unos y otros acompañan al artista principal sin castigar su ego en lo más mínimo. Y es que, si acaso, Kevin no tiene rivales en escena. Él es grande, el que quiere todo el mundo, y a tenor de lo visto en sus conciertos en Madrid y Barcelona el año pasado, se puede dar fe de que así es.

La banda actual la completan Teddy Morgan, guitarrista solista y productor, Larry Cobb, batería, y el cantante y guitarrista Park Chisolm.

Desde el año 2008 la formación ha publicado dos álbumes: «Untold truths» y «Turn it on», dos obras llenas de recursos de folk rock americano, con cierto sabor a Springsteen y un toque country que, unido a las sugerentes composiciones, obligan al oyente a hacer borrón y cuenta nueva y a no pensar que por ser quien es, se toma un capricho. Nada más cercano a la realidad: Modern West es una banda sólida, rodada, experimentada y que construye buenas canciones hundidas en la raíz del sonido folk-rock vaquero estadounidense.

Resbalones y música

Después de auténticos fiascos fílmicos como «The new daughter», película sin pies ni cabeza, la música primete ser una opción sólida para un hombre que parece buscar en sus pasiones de infancia, el retiro a una vida de sacrificios, notoriedad y, casi seguro, que de algún que otro exceso inconfesable.

Y de música habla el pack que en estos días se pone a la venta bajo la etiqueta earMusic, sello alemán subsidiario de Edel. Un estuche que reúne a precio asequible sus dos primeros discos. La edición llega en soporte digipack, con dos amplios cuadernillos y un excelente y vistoso empaquetado. Dentro va la historia musical de este singular personaje, un tipo que se mueve entre la musicalidad de un Springsteen, como ya hemos comentado, y un John Cougar Mellencamp. Es decir, melodí-as, guitarras, ritmos medios intensos y un magnético toque country.

Ahora sólo queda disfrutar de un buen par de horas de música de raíz rural y rockera.

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