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MAM, el espejo de la hipocresía occidental

Las revueltas árabes se han convertido en una piedra lanzada a un estanque cuya onda expansiva no deja de crecer. Nadie hubiera podido prever que la rebelión popular en Túnez se cobrara como víctima colateral a Michèle Alliot-Marie, sin duda la política vasca que ha acumulado más poder gubernamental en esta última década. Su salida del Gobierno se confirmó ayer después de que se hubiera convertido en una «patata caliente» para Nicolas Sarkozy y Francois Fillon por sus malas compañías en el régimen de Ben Alí, que se tradujeron primero en un intento de apoyarle policialmente -Alliot-Marie argumentó que sólo trataba de reducir víctimas- y después en el descubrimiento de vacaciones y negocios familiares con empresarios cercanos al dictador.

El motivo de la caída en desgracia de la ministra labortana no deja de ser curioso teniendo en cuenta todos los charcos que MAM ha debido sortear desde carteras tan importantes como la de Defensa (2002-2007), Interior (2007-2009), Justicia (2009-2010) y ahora Exteriores. Sin ir más lejos, el dejado por la desaparición y muerte de Jon Anza, sobre la que ha sido interpelada constantemente desde Euskal Herria sin respuesta.

Sin embargo, Alliot-Marie bien podrá alegar en su defensa que su caso sólo es la punta del iceberg de la hipocresía occidental, cuyos gobiernos se han visto y se ven todavía sobrepasados por los acontecimientos del Magreb. Y en este ámbito, Madrid y París están a la cabeza, según constatan datos como los de venta de armas a Libia, cancelada ahora abruptamente. Los abrazos de dirigentes como Sarkozy, Aznar o Berlusconi con Gadafi están demasiado recientes como para no provocar estupor sus actuales posiciones.

Ayer mismo se producía la dimisión del primer ministro tunecino Ghannouchi, tras las protestas populares que denunciaban su implicación en el régimen de Ben Alí. En otra pirueta cómica, Ghannouchi iba a ser visitado el miércoles por José Luis Rodríguez Zapatero, que pretendía así mostrar su apoyo al proceso tunecino. Y la hipocresía de estos países puede quedar ya en total evidencia si la revuelta llega a Marruecos.

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