Se deja remontar en el Ciutat de Valencia
Más pifias que sumar al lamentable expediente foráneo
Los rojillos dejan claro que siguen siendo los mismos cuando juegan lejos de El Sadar pese al cambio de técnico. Fueron dominados por un Levante al que le dieron demasiadas facilidades.
Natxo MATXIN I
Poco ha durado la alegría y mucho tendrá que trabajar José Luis Mendilibar para enmendar la actitud que Osasuna mantiene cada vez que juega lejos de Iruñea. El técnico vizcaino ya pudo comprobar in situ el enorme bandazo que da el equipo dependiendo de si se desenvuelve en El Sadar o en el estadio de un rival. Los rojillos, aunque en el tramo final dieron otra sensación, no merecieron puntuar ante un Levante, que fue superior, especialmente durante la primera parte.
El Ciutat de Valencia volvió a demostrar que lo de la escuadra navarra es un caso para estudiar por expertos psicológicos. Lógico es pensar que no se puede mantener el mismo nivel ante tu público que frente al ajeno, pero que el rendimiento baje hasta niveles tan ínfimos sólo tiene la explicación de que los jugadores ya llevan una rémora mental de más de un año que va a ser muy difícil de desbloquear, tarea en la que deberá poner el mejor de sus conocimientos el preparador de Zaldibar.
El cortocircuito de los encarnados llegó a su máxima expresión con los goles encajados. Dos errores de tensión defensiva que volvieron a costar caros y que son de difícil explicación para la hinchada. Que un hombre entrado en kilos como Ballesteros le gane a la zaga en un rechace y que el gol definitivo sea encajado en un saque de portería del guardameta rival es de complicada compresión para una formación que debería estar con los cinco sentidos, sabedor de su trayectoria visitante.
Los de Mendilibar naufragaron en todas las líneas. A los clamorosos fallos mencionados en la parte de atrás se le sumó la inoperancia para darle salida al balón -Puñal y Nekounam fueron incapaces de ello-, las alas no existieron -Calleja fue cambiado al descanso y Masoud lo fue a falta de 25 minutos-, y tanto Pandiani como Camuñas fueron una isla perdida en el océano levantinista.
El botón que demuestra que el equipo estuvo inexistente en ataque durante la mayor parte del encuentro es que, tras el o-1 del Rifle, el segundo remate navarro llegó nada menos que en el 68 al no concretar Leka un remate de cabeza cuando llevaba tres minutos sobre el terreno de juego.
Los postes, protagonistas
Mendilibar pidió a los suyos que jugaran con la cabeza limpia, con la misma actitud que en casa, pero no le hicieron mucho caso. La transformación que sufre Osasuna ya quedó patente a las primeras de cambio, cuando el Levante pudo ya ponerse por delante en el electrónico apenas cumplidos cinco minutos, si el derechazo del zurdo Juanlu no hubiera sido repelido por el poste. Los dos ex rojillos, el jugador andaluz y Valdo, fueron de lo mejorcito de los locales.
Los de Luis García agobiaban con su intensa presión a medio campo, los visitantes eran incapaces de contrarrestarla y, entre los patadones hacia adelante sin sentido y los robos, eran los anfitriones quienes ponían cerco a la meta de Ricardo, uno de los mejores y cuya actuación hubiera sido sobresaliente de no haber protagonizado gran parte de la culpa del 2-1, con su estatismo bajo la línea y al no cubrir el hueco por el que entró el esférico de un Caicedo, que llegó a la decena de dianas.
Pese a esa coyuntura y como el fútbol es así, Osasuna consiguió ponerse por delante en la primera ocasión de que dispuso. Una ventaja que podía haber desquiciado al Levante si los rojillos fueran un equipo con oficio pero, lejos de asentar su confianza, las dudas se acrecenta- ron, hasta el punto de dejarse empatar en una jugada que pone de manifiesto sus carencias.
Entre ese lance momentos antes de irse a vestuarios y la empanada del dúo Nelson-Ricardo, la escuadra navarra ya se ubicó en la situación habitual de tener que remar contra corriente. Y le costó lo suyo aclimatarse a las circunstancias, aunque siempre con lagunas en forma de pérdidas del esférico que pudieron sentenciar el choque.
El paso atrás que dieron los granotas propiciaron que se viera a un Osasuna más acorde a sus hechuras, aunque nunca dando en la tecla adecuada. El cabezazo de Leka al palo o el penalti que Del Horno cometió sobre Pandiani pudieron variar el resultado final. Hubiera sido, en cualquier caso, demasiado premio para los méritos realizados.
No varían los resultados fuera de casa, pero por lo menos la valoración de lo acontecido es sensiblemente más real con respecto a lo que sucedía en la etapa anterior. José Luis Mendilibar no tuvo pelos en la lengua para reconocer que los suyos «salen más temerosos que en casa, sin darse cuenta los jugadores no quieren tanto el balón y así el contrario hace más su juego. El equipo no ha tenido la misma mentalidad y no hemos sido los mismos que hemos entrenado entre semana».
Al de Zaldibar no le dolieron prendas para asumir que «el resultado ha sido justo» y que el Levante «ha sido mejor durante el primer tiempo». «Nos hemos puesto por delante sin mucho merecimiento, pero jugamos a lo que quería el contrario y así no se puede ganar. Hay que saber adaptarse a las circunstancias y eso nos ha costado mucho», admitió el preparador vizcaino, para quien el problema «es generalizado, no de unos futbolistas concretos».
Analizando los errores de sus pupilos, Mendilibar afirmó que «no se tenía que haber hecho una falta ahí», en referencia a la que propició el 1-1, y se lamentó que en el posterior gol de Caicedo, que supuso el definitivo 2-1, la «ventaja fuera nuestra en un balón largo».
Puestos a hablar de algo positivo, el técnico rojillo destacó la actuación de Leka, pese a que no acertó en sus remates, «porque estuvo donde debía estar, pero tampoco le vamos a exigir a alguien que ha tenido tan pocos minutos que nos acabe resolviendo un partido tan complicado». N. M.