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Xabier Silveira Bertsolari

Ojalá

Ojalá que vuelvan los que ayer marcharon, ojalá que no tengan que huir quienes hoy lucharon. Ojalá

Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan para que no las puedas convertir en cristal. Ojalá que la lluvia deje de ser milagro que baja por tu cuerpo. Ojalá que la luna pueda salir sin ti. Ojalá que la tierra no te bese los pasos». Así cantaba Silvio Rodríguez -dicen que a Pinochet- hace ya algunos años.

Ojalá, ojalá. Y llevado o dejándome llevar por tantos deseos y ojalás, creo que me ha contagiado, como si me hubiera picado el bichito. Ojalá.

Ojalá que se vista de negro lo blanco y se vista de blanco lo negro también. Ojalá que la luz no oscurezca el olvido y permanezca el recuerdo tallado a cincel en las horas que vago sin saber cuándo es, cuánto es, quién es ni qué es. Ojalá que mi llanto se ahogue en tus ojos, ojalá mañana no vuelva a ser ayer, ojalá que me broten del alma sonrisas, que pueda volver a no querer volver. Ojalá que se fuguen las estrellas del cielo, ojalá que el Sol no se vuelva a poner, ojalá se me escape la tortuga mil veces para tener que ir a buscarla otra vez.

Ojalá que no haya más pinochetes a los que Silvio les tenga que cantar su honradez: «Ojalá se te acabé la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta. Ojalá pase algo que te borre de pronto, una luz cegadora, un disparo de nieve, ojalá por lo menos que me lleve la muerte, para no verte tanto, para no verte siempre, en todos los segundos, en todas las visiones, ojalá que no pueda tocarte ni en canciones».

Ojalá que el futuro nos depare pasados aún por conocer, ojalá que el hablar nos evite morir, nos evite matar. Ojalá que pueda creer la verdad de mis verdugos, ojalá pueda lamentar la mentira de mis hermanos, ojalá que pueda no recordar sangre al observar mis manos. Ojalá que vuelvan los que ayer marcharon, ojalá que no tengan que huir quienes hoy lucharon. Ojalá.

Ojalá que en la oscura noche del terror causado las conciencias con tortura paguen sus torturas, ojalá que el asesino de sueños sueñe solo y con sus muertos, ojalá que al despertar sienta que no está despierto. Ojalá que se sienta muerto.

Ojalá que despierten los fantasmas del pasado para poder borrarlos de un solo plomazo. Ojalá que el rencor se tranforme en odio y poder distinguir así a quien hemos amado, ojalá que el amor no termine atrofiado de tanto aplauso y de tanto teatro, ojalá que un abrazo nunca se dé por dado. Ojalá me arrepienta de haberme arrapentido, ojalá sea mentira que nunca haya mentido, ojalá que desespere la esperanza a quien espere. Ojalá.

Ojalá que la locura se vuelva cordura, ojalá que la cordura no exista ya más. Ojalá que los momentos duren siempre, ojalá la eternidad sea nunca jamás. Ojalá que cada ojalá no sea más que un ojalá.

«Ojalá que la aurora no dé gritos que caigan en mi espalda. Ojalá que tu nombre se le olvide a esa voz. Ojalá las paredes no retengan tu ruido de camino cansado. Ojalá que el deseo se vaya tras de ti, a tu viejo gobierno de difuntos y flores». Ojalá.

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