José Miguel Arrugaeta Historiador
El extraño caso de la identidad de «Neska»
Me pregunto cuál es la razón para que perros, gatos y tejones tengan el privilegio de ser reconocidos como vascos
Neska es una pequeña y preciosa perrita fox-terrier, tímida y algo desconfia- da, a la que no parecen agradarle mucho las visitas en la casa habanera donde reside, de la misma manera que se muestra, por el momento, más bien indiferente al coqueteo del su expectante «novio» cubano. Hasta aquí nada parecería especialmente relevante en la vida de Neska, pero lo sorprendente de esta hermosa perrita es que su pasaporte, con el cual viajó legalmente hasta la isla caribeña, establece claramente que procede de un lugar llamado Basque Country; es decir, Neska es una perrita de «nacionalidad» vasca.
Sospecho que a ella este tema de la identidad no le da ni frío ni calor y le resulta más bien intrascendente, lo cual no deja de ser razonable tratándose de un animal doméstico cuyas mayores preocupaciones, supongo yo, serán comer, llevar una vida tranquila y sentir el afecto de las personas que la rodean y que ella considera su clan. El citado documento de identidad de Neska aclara que es un pasaporte de curso legal que le permite viajar a través del mundo y pasar los controles aduaneros y veterinarios, y esa misma ventaja o derecho, es decir, la de ser reconocida como vasca, según el mismo papel, es extensiva a gatos y tejones.
Realmente no se me ocurre ningún argumento de peso para que las autoridades pertinentes consideren lógico incluir a los tejones en la categoría de animales de compañía, pues no dejan de ser animales un tanto malencarados y agresivos; en fin, cosas extrañas que hay que conocer.
Me pregunto cuál es la razón para que perros, gatos y tejones tengan el privilegio de ser reconocidos como vascos, y a miles y miles de personas, como yo, se nos niegue reiteradamente y sin contemplaciones el derecho de expresar voluntariamente nuestra nacionalidad y que la misma nos sea reconocida legal y socialmente.
Para mí está bastante claro que para conseguir un documento de curso legal parecido al de Neska vamos a tener que hacer bastante más que ladrar o maullar, al mismo tiempo que estoy seguro de que Neska estará a favor de que se nos reconozcan al menos los mismos derechos que ella tiene.
Anécdotas aparte, casos como el de la identidad de Neska no dejan de recordarnos que conseguir reconocimientos tan elementales como los que se les aplican a estos animales va a exigir de nosotros, además de sumar, pelear y protestar, ser reiteradamente insumisos y desplegar bastante fuerza de voluntad, y quién sabe si hasta enseñar los dientes, de vez en cuando, como acostumbran a hacer los tejones.
Por el momento, me imagino que los alegres ladridos de Neska, cuando me marcho de su casa, son en realidad muestras de apoyo y aliento a mi justa reclamación de nacionalidad, un derecho del cual ella ya goza como consecuencia de una extraña curiosidad burocrática.