ALFOMBRAS CONTEMPORÁNEAS: ARTE EN HORIZONTAL PARA PISAR (O NO)
La exposición «ARTfombra» ha unido la artesanía milenaria de tejer tapices con las artes más vanguardistas. Diseños de pintores como José Luis Zumeta o fotografías de Alberto Schommer han saltado del soporte habitual para adoptar la forma y textura de suaves alfombras que sirven tanto para decorar una pared, como para caminar sobre ellas.
Oihane LARRETXEA
Hablar de alfombras es hablar de arte. Esta artesanía milenaria muestra ahora su lado más contemporáneo en «ARTfombra», la exposición que por segunda vez ha organizado la tienda donostiarra de alfombras y kilims Nomada, -ubicada en la calle 31 de Agosto de Alde Zaharra- y que se inaugura el próximo jueves 10 de marzo-. El proyecto ha reunido a cuatro pintores: Javier Balda, Juan Luis Goenaga, José Luis Zumeta y María Chillida; a los escultores José Ramón Anda y Koldobika Jauregi y al fotógrafo Alberto Schommer. Todos, y cada unos de ellos, han diseñado un dibujo que ha sido plasmado, tejido en este caso, en un soporte bien diferente al que estos artistas vascos están acostumbrados. El óleo, o el hierro de las esculturas, se han trasformado en suaves alfombras que refugiadas tibetanas han tejido nudo a nudo durante meses en Nepal.
Dentro de la tienda, entre tanto color y tejido, la mirada viaja rápidamente de un lado para otro en un intento, infructuoso, de hacer un cálculo aproximado del número de alfombras que hay en Nomada, el negocio regentado por Nerea Aguirre y Alistair Baird. Fue en el año 2006 cuando celebraron la primera convocatoria de «ARTfombra», y dado el buen resultado y lo gratificante de la experiencia -para todas las partes involucradas en el «experimento»-, ¡qué mejor que repetir! «Empezamos a hacer kilims y alfombras (en ambas se utiliza la misma lana aunque la diferencia reside en la técnica), pero con el tiempo introdujimos diseños más contemporáneos y eso nos llevó a crear nuestras propias composiciones», explica Aguirre. De paso, vieron en la iniciativa una brillante oportunidad para impulsar el trabajo de los artistas vascos. Así, una vez hubieron contactado con Goenaga, Chillida y compañía, la idea era que crearan un dibujo que pudiera trasladarse al tejido porque no sirve cualquier dibujo. «En el caso de Alberto Schommer -recuerda-, era muy difícil hacerlo con una fotografía, así que elegimos algo muy abstracto».
En total, siete artistas y ocho alfombras -Zumeta ha realizado dos dibujos- que se ha traducido en un año y medio de trabajo. «Entre recibir los diseños, enviarlos y tejerlos se lleva mucho tiempo. Además -añade-, el propio diseño allí lo traducen a `puntitos' -como en el punto de cruz- para que la tejedora lo interprete. Para tejer una alfombra más o menos grande, tardan entre cuatro y seis meses».
Una de las premisas marcadas era que, aunque los diseños fueran trasladados a un medio diferente, éstos fueran perfectamente identificables con el creador. Esto es, que en un primer vistazo el espectador fuera capaz de decir «Ah! Es un Balda». «En ese sentido no quisimos poner limitaciones, no queríamos que ellos hicieran algo diferente a lo que hacen, sino todo lo contrario».
Lana, nudos y seda amarilla
Nomada trabaja con un taller ubicado en la zona de Katmandú (Nepal) y alrededores donde las mujeres tejedoras «trabajan enmuy buenas condiciones y cobran además un salario digno», y ésta es, según Nerea, una de las soluciones para que no haya trabajo infantil, «que a los adultos se les pague bien para que los niños y niñas no tengan que trabajar».
Todas ellas utilizan lana de oveja tibetana, la de mayor calidad, y es que, según asegura, mucha alfombra contemporánea, a pesar de estar hecha a mano, se hace a base de lana traída desde Nueva Zelanda, más barata y con un cardado artifical que hace que la alfombra no se conserve tan bien. «Por otro lado -agrega-, si importamos alfombras de Irán, buscamos que la lana sea iraní y, si son de Afganistán, que sea afgana».
Los nudos también son un mundo. El empleado en «ARTfombra» es el tibetano, si bien dentro de este estilo se diferencian dos tipos: en el primero se trata de hacer el nudo y cortar, dejando la lana al raso. En el segundo, las tejedoras hacen el nudo alrededor de una varilla que luego retiran dejando la forma de un rizo. En el caso de la alfombra diseñada por Anda, se han combinado los dos nudos para conseguir texturas diferentes. Nada más acariciarla con la mano, la piel se percata enseguida del efecto, de la diferente suavidad de la misma lana. «Anda, al ser escultor, creímos que quedaría mejor porque la combinación de ambos nudos le da otra dimensión, otro volumen. Y ya que mencionas lo de la lana -prosigue-, la de María Chillida incluye seda amarilla porque en el dibujo original utilizó el color dorado; y en el de Koldobika Jauregi, lo que era pan de oro, se ha interpretado también como seda amarilla». Hablando de colores, es obvio que hoy en día ese aspecto no presenta grandes problemas porque la decoración y el interiorismo han evolucionado mucho. Sin embargo, Nerea admite que hay ciertos tonos que se emplean menos, por eso llaman la atención las composiciones de Zumeta, en las que los fucsias y los intensos amarillos acaparan buena parte de sus tapices, al igual que en sus lienzos.
Con todos estos ingredientes, tanto los aficionados al arte(sanía), como al diseño de interiores, tienen una cita con «ARTfombra», -hasta el próximo 23 de abril-. También el resto del público, que además de poder disfrutar con la vista, podrán comprar las obras que se debaten entre lo milenario y lo contemporáneo, entre lo horizontal y lo vertical porque tanto pueden abrigar desnudas parades que fríos suelos.