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Raimundo Fitero

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Han ido recorriendo las secciones especializadas de los medios lo que cobran algunos de los presentadores o «caras famosas» como resumía una noticia de agencia. Existe un restringido club de los que cobran más de un millón de euros al año. Son los que todos nos imaginamos, y no son precisamente de los que tienen más prestigio por presentar noticiarios, a excepción de Matías Prats, por dirigir informativos, sino los pertenecientes a otros ámbitos de la programación que tiene que ver con los instintos más bajos de las audiencias.

Es un club muy pequeño, donde destacan personajes como Jorge Javier Vázquez, Belén Esteban, Mercedes Milá o Andreu Buenafuente. Hay unas docenas más, que rozan estas cifras, entre las que podemos señalar a Jordi González o Jorge Fernández. Lo que queda claro es que después de estos privilegiados de la división de honor, viene una casta de unas docenas de tertulianos que van a destajo, y a distancia, el grueso de los trabajadores de las cadenas que pelean contra los contratos basura por obra, las subcontratas y la inseguridad más escalofriante.

Pero todas estas figuras, además de sus contratos con las empresas, que no siempre son las cadenas donde prestan sus servicios, sino las productoras interpuestas, como es el caso de Ana Rosa Quintana, que es propietaria de una productora que vende a varias cadenas, o el propio Buenafuente que desde El Terrat, propone muchos formatos y el caso más obvio, Carlos Argiñano, otro del clan del millón, que además tiene su productora que incluye varios de sus programas en sus contratos con la cadena para dar trabajo a sus doscientos empleados.

Decía que si bien tienen esos buenos contratos, lo que les ayuda a llegar holgados a final de mes, es la publicidad en directo. Esos momentos en los que el conductor vende camas, seguros o licores sin aviso previo. Eso se paga a parte, y la tarifa es muy variable, aunque lo mínimo es de mil quinientos euros los veinte segundos. Los hay que cobran hasta los ocho mil euros, insisto, por veinte segundos. Y otro detalle, no es solamente el número de telespectadores lo determinante para cobrar más o menos, sino la influencia y el target al que se dirigen.

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