CRíTICA cine
«El estudiante»
Mikel INSAUSTI
Hay fenómenos cinematográficos que son muy difíciles de entender, y menos aún desde la distancia. Lo que ha pasado en México con “El estudiante” no admite explicaciones lógicas, porque no le encuentro equiparación posible a este lado del charco. Ya es raro que un cineasta joven debute con una película tan conservadora, pero lo es todavía más que encandile a las masas en su mercado. Lo único que se me ocurre pensar es que la ola de violencia que sacude a los mexicanos les haya hecho volverse contra la realidad más inmediata, refugiándose en el cine para identificarse con una falsa idealización de la mentalidad de tiempos pasados. El cine familiar ha servido de gancho en esta ocasión, mediante una presentación de la enternecedora figura del abuelo, que permite colar de tapadillo un discurso involucionista y trasnochado con el que captar la atención de los jóvenes desengañados, tal como viene haciendo en política la derecha más rancia.
Pero esa vuelta atrás, pretendidamente inocente y beatífica, lleva implícita una peligrosa regresión hacia la cultura colonialista. La reivindicación del verbo cervantino hecha por el jubilado que decide matricularse en la Universidad para cursar Literatura está ambientada, no por casualidad, en la ciudad de Guanajuato, que es la que conserva una arquitectura más colonial.
No se trata de una simple defensa de las vocaciones tardías asociada a la recuperación del rico legado quijotesco de las letras castellanas, sino que se presta a una loa de los códigos morales imperialistas mantenidos durante la época de las coproducciones entre el país azteca y la España franquista. Y por lo menos en las comedietas de Cantinflas “Un Quijote sin mancha” y “Don Quijote cabalga de nuevo” existía el pretexto de hacer reir. Ahora, en cambio, la intención es la de conmover con viejos recursos melodramáticos favorables a conceptos como el del matrimonio para toda la vida, que han sido arrinconados por el creciente materialismo y la pérdida de valores actual.
