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Crónica | En Túnez

El miedo a los ataques de milicias y Policía impide la manifestación

La posibilidad de que Policía o milicias infiltradas atacasen la marcha del 8 de marzo obligó a los grupos feministas tunecinos a tomar la decisión de no salir a la calle. Un hecho que evidencia la fragilidad de una revolución en la que las mujeres han tomado parte desde su inicio pero que las continúa invisibilizando en los centros de decisión.

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Alberto PRADILLA

«No habrá manifestación debido a la inseguridad». Bakhta Qadi es la vicepresidenta de Mujeres Demócratas de Túnez, una organización feminista perseguida por la dictadura de Ben Alí. En un país que ha logrado tumbar a un dictador y dos gobiernos permanentes gracias a la movilización popular, cabía esperar un 8 de Marzo marcado por la reivindicación en la calle. Pero no hubo manera. Ante la falta de garantías de poder desarrollar una marcha sin sufrir ningún ataque, los principales grupos de defensa de los derechos de la mujer optaron por no organizar ningún acto masivo.

Desde que comenzó la revolución tunecina, la irrupción de miembros del RCD (el partido de Ben Alí), milicianos o agentes de la policía política en las marchas para agredir a sus participantes ha sido una constante. El modus operandi siempre es el mismo. «Se infiltran en la manifestación y comienzan a provocar hasta que la protesta se rompe», explica Qadi.

A falta de una convocatoria oficial, quedaba la opción Facebook. Pero en esta ocasión, tampoco los llamamientos a través de la red social obtuvieron respuesta. En principio, la cita era a las 12.00 en la avenida Habib Bourgiba, la principal arteria de la capital. Pero ayer, a esa hora, lo único que podía percibirse era un ligero aumento del nivel de Policía. Y eso ya es decir en una calle en la que el porcentaje de agentes de paisano puede llegar a superar al de paseantes.

Teniendo en cuenta que no han pasado ni diez días desde que siete personas fueran asesinadas por los disparos de agentes encaramados al Ministerio de Interior, las principales organizaciones feministas optaron por cambiar la calle por una sala de un centro cultural de la Medina. Allí, representantes de Mujeres Demócratas de Túnez, de la sección femenina de la UGTT (sindicato) o de la Liga de Derechos Humanos participaron en una conferencia donde se presentó una campaña que reivindicará la igualdad entre géneros dentro del proceso constitucional. Por ello, la UGTT ha convocado una manifestación para el próximo día 12.

No obstante, no todo el arco feminista comparte la decisión de no salir a la calle para evitar males mayores. Saliha Ghanki, una consultora que trabaja sobre el terreno en las zonas más deprimidas, cuestionaba ayer esta postura. «Si nos manifestamos, ¿quién va hacerlo? No es momento de tener miedo», aseguró. Su discurso, crítico también con lo que ella califica de «élites», está más pegado al medio rural y deprimido.

Amenazas y retos

La celebración del 8 de Marzo en Túnez pone en evidencia las amenazas a las que se enfrenta la revolución. Especialmente, teniendo en cuenta sus particularidades. El primer presidente del Túnez independiente, Habib Bourguiba (1956-1987) abolió la poligamia e instauró el derecho al divorcio. El ahora depuesto Ben Alí puso al hijab en el punto de mira, llegando a prohibirlo en los edificios oficiales. Por eso, desde la caída del dictador, se ha registrado un aumento en el número de mujeres que cubren su cabeza. Aunque esto no está reñido con una concepción laica del Estado. De hecho, en las protestas de la Qasba y la marcha del 19 de enero a favor de la laicidad, mujeres con velo se sumaron a la reivindicación.

«El problema son los islámicos y los tradicionalistas, no los musulmanes», matiza Ghanki, quien insiste en que el verdadero reto ahora es el de empoderar a unas mujeres que, a pesar de ser protagonistas de las revueltas, se encuentran invisibilizadas en los centros de decisión, como evidencia el hecho que de solo dos de los 30 miembros del Gobierno sean mujeres.

 

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