Gloria LATASA gloriameteo@hotmail.com

La fuerza del viento

Si observamos el perfil del ala de un avión, veremos que la parte de abajo es plana y la de arriba, más larga e inclinada. De tal manera que, cuando la nave surca el cielo, las partículas de aire que tienen que atravesarla deben deslizarse por superficies que no son proporcionadas. Sin embargo, según una ley de la física, deberán llegar a la vez al otro lado del ala. Así que las que pasan por encima encuentran un camino más largo y tienen que ser más rápidas. Esto produce un efecto de succión hacia arriba que hace que el avión no caiga.    

Un efecto similar es el que consigue que las banderas ondeen en el aire. El proceso se inicia cuando estando desplegadas les llega un primer golpe de viento que crea con la tela una pequeña protuberancia. Sobre la cara abombada de ésta el aire se encuentra con menos sitio y tiene que acelerarse, formándose una depresión que lleva más lejos la protuberancia. El fenómeno se amplifica y, finalmente, la bandera señala la dirección del viento y baila.

Para que todo esto ocurra sólo es necesario que el viento sople tangencialmente a una superficie, generando sobre la misma una depresión proporcional al cuadrado de la velocidad que traiga. Esto explica que con fuertes vientos un tejado pueda ser arrastrado o que sucedan muchos otros fenómenos de nuestra vida cotidiana.    

Como cuando, en medio de un fuerte viento, respirar se convierte en una tarea extraordinaria. Una sensación de ahogo provocada por la depresión que aparece ante la nariz y la boca capaz de impedirnos coger aire y hasta de aspirar parte del que tenemos dentro. Una desagradable experiencia que algunos montañeros han resuelto girando hacia atrás la cabeza.