Desconocimiento y falta de simulacros ante una hipotética alarma en Garoña
«Si pasa algo, yo cruzo Valderejo», confesaba ayer una vecina de un pueblo situado a pocos kilómetros de la central nuclear de Garoña. La planta burgalesa dispone de sus correspondientes planes de emergencia -cuya actuación abarca un radio de hasta 30 kilómetros-, se han mejorado en esta década, los ayuntamientos disponen de herramientas... pero eso contrasta con el desconocimiento de la población sobre cómo actuar realmente y la falta de simulacros.
Joseba VIVANCO | GASTEIZ
«Yo lo tengo claro; si pasa algo, me muero. Lo tengo muy asumido». Quien así de tajante responde es Consuelo, propietaria de la Posada Colas, en el concejo de Montijo de Cebas, perteneciente al Valle de Tobalina. «Se oye que hay unas pastillas. También aquí, en la antigua escuela, hay un cartelito que pone algo así como `centro de concentración', pero a mí nadie me ha explicado nada», prosigue muy escéptica esta mujer al pregun- tarle por los planes de emergencia exterior de la cercana central nuclear de Garoña, a apenas siete kilómetros de su casa rural.
Ella vive dentro de la considerada como Zona 1 (o de «medidas de protección urgentes»), que abarca un radio de 10 kilómetros en torno a la planta y se corresponde con el «área geográfica en la que las vías principales de exposición están asociadas al paso de la nube ra- diactiva». Y que, por tanto, lleva acarreada la exposición directa a la radiación. Entre esos municipios situados en primera línea están dos alaveses, el de Lantarón y el de Gaubea.
Juan Carlos Ramírez es primer edil del segundo de ellos. «La pega aquí no sería tanto el evacuar a la gente, sino ir pueblo por pueblo avisando, o por teléfono, porque somos cuatro núcleos con más de cien habitantes cada uno, pero luego hay otros veinticuatro que tienen cuatro o cinco vecinos», explica.
A pesar de situarse dentro de la Zona 1, no recuerda que se haya llevado a cabo ningún simulacro de emergencia. «Nuclenor -empresa propietaria de Garoña- te da unos walkies, una central de comunicaciones que tenemos en el Ayuntamiento, pero que está por estar, no se activa nunca. Medios te dan, pero los metes en un cajón y mientras no te llamen, no haces nada», apunta este alcalde del PNV. E insiste en que «somos pocos habitantes, dispersos, pero con cinco autobuses y unos coches estaba hecho, más por esto que por la facilidad que nos dé Nuclenor».
Unos planes oficiales de evacuación que critica duramente Alberto Frías, histórico militante de Eguzki en Araba. «El Plan de Emergencia de Burgos para Garoña no es ya que no haga simulacros, sino que lo que indica es que la posibilidad de alejamiento de la gente, de evacuación, sólo la plantea para los cinco primeros kilómetros. Y hasta los veinte, lo único que plantea es el confinamiento de la gente en sus casas y el estabulamiento del ganado. Es decir, no se plantea evacuar fuera de los cinco kilómetros, cuando en Fukushima hemos visto que lo han hecho en veinte kilómetros y que hasta en la capital, Tokio, la gente está `zapateando' para huir al sur».
Para Alberto Frías, esta comparación viene a demostrar que «las previsiones que se hacen luego no coinciden en absoluto con la realidad».
«Nos pillaría en bragas»
A Gaubea también, pero en Villanañe, pertenece Eduardo San Emeterio, durante años presidente de la asociación de padres del centro escolar. Sí sabe que el consistorio dispone de un documento detallado sobre los planes de emergencia y también de «las famosas pastillas de yodo, un aparato de conexión con Protección Civil y un medidor de radiactividad». Supone, afirma, «que también tendrán un plan de evacuación para nuestro colegio».
Se da la circunstancia de que cuando se llevó a cabo el primer simulacro general de emergencia en la zona, hace ya diez años, los padres de este centro educativo se quejaron de que no existía ningún plan específico para la escuela, a pesar de estar dentro del radio de primeros afectados. Aquel día de simulacro se evacuó sólo al alumnado del colegio de Quintana Martín Galíndez, próximo a la central: a las 9.45 se solicitó su traslado; a las 10.19 se informó de que los autobuses para ello estaban disponibles; y fue a las 11.40 cuando salió un primer autocar con 21 niños y un profesor.
A esa primera zona de riesgo de hasta diez kilómetros se suma una Zona 2 que abarca hasta los 30 kilómetros y que ya incluye trece municipios alaveses y el vizcaino de Urduña. Aquí se dice que «las vías de exposición están asociadas al material radiactivo depositado en el suelo».
A este segundo anillo pertenece la localidad de Erribera Goitia, cuyo alcalde, Jesús Berganza, lo tiene claro: «De las centrales nucleares pasadas no me fío nada... Ni plan de seguridad ni nada, todo eso son películas que se montan para decir que hay seguridad, pero nosotros no hemos hecho nunca ningún simulacro». Y eso, añade, que dentro de su término hay algunos pequeños núcleos a poco más de diez kilómetros de la central.
¿Y si ocurriera un accidente? «Pues nos pillarían en bragas», responde. ¿Con quién debe coordinarse su ayuntamiento en caso de una emergencia? «No lo sé exactamente... Creo que con SOS Deiak», duda. De lo que no desconfía es de que «hasta que la central tenga un fallo, hasta ese día será nuestra vida».
Primer simulacro, hace 10 años
Por increíble o denunciable que parezca, no fue hasta el 14 de junio del año 2000, es decir, 29 años después de su entrada en funcionamiento, cuando las administraciones llevaron a cabo el primer simulacro general del Plan de Emergencia Nuclear de Garoña. Abarcó al interior de la planta, pero sólo a la población comprendida en un radio de tres kilómetros.
El balance, según sus organizadores, fue positivo. Sin embargo, una de las deficiencias que más llamaron la atención fue que en el momento de avisar a la población por teléfono, las líneas se sobrecargaron. Es más, por aquel entonces la radio para difundir mensajes de alerta sólo tenía una cobertura de un 70% en el Valle de Tobalina, donde se asienta la central. Eguzki calificó aquel simulacro como «un desbarajuste más propio de una película de los hermanos Marx».
En esta década, las inversiones en el Plan de Emergencia Nuclear de Burgos (PENBU) han sido considerables. Se ha dotado de infraestructura a los municipios y se han mejorado y habilitado carreteras y caminos, diseñando una red de evacuación debidamente señalizada. En octubre pasado, se estrenó la cuarta estación de descontaminación operativa, en Briviesca, que se suma a las de Miranda de Ebro, Medina de Pomar y Busto de Bureba.
Sin embargo, una cosa es la teoría y otra lo que ocurriría ante un escape radiactivo. ¿Sabe la población cómo actuar en caso de alerta? «En su día mandaron hojas informativas de cómo funcionaba, se hizo un simulacro hace cinco o seis años, pero la información es escasa. Si ahora mismo pasara algo, la gente no sabría qué hacer, seguro. Que se quede en casa y cierre, como dice el protocolo, pero en cuanto oyera la mínima alarma, saldría corriendo», asegura Javier, del hotel restaurante Durtzi, en Sobrón, cerca de la planta.
¿Y qué fiabilidad le da a los planes de emergencia el alcalde el pueblo que alberga la cuestionada central? Pues a Rafael González (PP) es difícil sacarle unas palabras que lo cuestionen, quizá porque trabaja en la planta. «La gente aquí no tiene miedo», se apresura a decir. Tan sólo se limita a responder que lo que exijen es que los planes «estén activos», aunque reconoce que son mejorables, como el caso de las infrestructuras.
¿Están, como ayuntamiento, preparados? «Bueno, preparados... entre comillas. Intentaríamos dar la mejor respuesta, pero ¿qué grado de preparación tenemos? No sabría evaluarlo», contesta el también presidente de la Asociación de Municipios con Centrales Nucleares.
Entre tanta duda sobre cómo actuar en caso de emergencia, Eduardo San Emeterio, de Villanañe, sentencia: «Pues no dejar de acudir a las manifas para que cierren la puta Garoña».
«Ya sólo queda una gemela»
Precisamente, las iniciativas para exigir en cierre de la central burgalesa se retoman este sábado, con una protesta ante la Diputación alavesa, a las 12.30, que puede ser el prólogo de posteriores movilizaciones. Ayer, la convocó la plataforma Araba Sin Garoña, respaldada por numerosos organismos populares, políticos y sindicales del territorio. «Técnicamente, la seguridad de la central no está asegurada», advirtió Alberto Frías, de Eguzki.
El portavoz de esta plataforma recordó que «si que ha llegado el momento de debatir sobre las nucleares», frente a los que afirma el Gobierno español, y recordó que «de las dos centrales gemelas, ya sólo queda una, Garoña». Una planta que, incidió, «tiene el mismo problema de contención» que la japonesa.
Frías pidió que se acaben «los dobles lenguajes» con la instalación burgalesa, sobre todo por parte de PSE y PNV, y que se escuche la demanda mayoritaria de la sociedad alavesa en favor del cierre de la planta.
La plataforma Araba sin Garoña, respaldada por unos sesenta colectivos alaveses, llamó ayer a acudir a una concentración este sábado frente a la Diputación foral, para exigir el cierre.
Una veintena de activistas de Ekologistak Martxan se presentaron ayer en la Plaza Euskadi de Bilbo ataviados con el mono blanco y la máscara de protección ante esapes tóxicos que se ha convertido en uno de los iconos de la lucha contra la energía nuclear. Buscaban llamar la atención sobre los «gravísimos accidentes nucleares» en Japón. Resaltaron que esta catástrofe, a diferencia del terremoto y posterior tsunami, no son de origen natural, sino producto de la actividad humana. «Los hechos acaecidos en la central nuclear de Fukushima deberían hacer reflexionar a la sociedad del grave riesgo que supone la producción de electricidad mediante reactores nucleares», manifestaron a sólo unos metros de la Torre Iberdrola.
Tras una pancarta en la que podía leerse «Japoniarekin elkartasuna. Contra la amenaza nuclear», la organización ecologista colocó en medio de la acera bidones con símbolos de residuos radioactivos que los viandantes tuvieron que sortear.
Durante la concentración, entre lemas como «Alarma nuclear, peligro social» o «Garoña itxi orain», Ekologistak Martxan destacó que el incidente de Japón -potencia que a nivel mundial se ha puesto como ejemplo de desarrollo tecnológico y «por sus ejemplares reactores atómicos»- demuestra que «las centrales nucleares no son seguras y que ninguna actividad humana puede garantizar la total seguridad». A este respecto manifestaron que se da la circunstancia de que «para dar apariencia de control y seguridad» recientemente ha trascendido la visita de técnicos japones a la central de Garoña, «del mismo año, de la misma tecnología y aproximadamente la misma potencia que el reactor de Fukushima».
«La energía nuclear, heredera de la bomba atómica, está expuesta a catástrofes naturales, ataques terroristas y fallos humanos y técnicos» y estos últimos «corren el riesgo de acrecentarse con la avanzada edad de los reactores, que se pretenden prolongar durante más años que para los que fueron inicialmente construidos», denunciaron, mientras en uno de los últimos pisos de un edificio en obras varios activistas luchaban contra la inclemencia del viento para desplegar una gran pancarta con el lema «Stop nuclear».
En referencia a los últimos movimientos del Gobierno español con relación a la seguridad de las centrales, Ekologistak Martxan puso como ejemplo la medida adoptada por el Gobierno de Angela Merkel, al parar cautelarmente las siete centrales más antiguas. «Creemos que habría que tomar una decisión de este tipo y someter a debate el presente y sobre todo el futuro de la «energía nuclear». Junto a esta reflexión constataron, asimismo, que «vivir sin nucleares es posible, deseable y factible». «Sólo hace falta voluntad política que se sobreponga a los fuertes intereses de las grandes empresas eléctricas», uno de los compromisos del Gobierno del PSOE, según subrayaron.
Los ecologistas insistieron en el mensaje de solidaridad «con el pueblo japonés y otros que se verán afectados», al tiempo que llamaron a la ciudadanía a participar en la manifestación que partirá mañana de la plaza del Arriaga a las 19.30, a la que llamaron a sumarse a organizaciones sociales, sindicales y políticas que reclaman el cierre de Garoña. Nerea GOTI
Garoña realiza simulacros internos cada año, incluso para situaciones como la de si un terrorista se infiltrara en la planta. Zapatero ha pedido un informe sobre qué pasaría en caso de que un huracán cortara el suministro eléctrico.
En 1997, el alcalde del Valle de Tobalina, donde se enclava la central, denunció que los medidores de radiactividad no funcionaban. Un año después, 14 alcaldes criticaron la «falta de implantación real» de planes de emergencia.
Hasta 1991 la Dirección de Emergencias del Gobierno de Lakua no consiguió tener un representante en el Comité Asesor del Plan de Emergencia burgalés de Garoña, a pesar de que unos 10.000 vascos viven dentro del radio de los 30 kilómetros.