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Fede de los Ríos

Fútbol, el regalo de Dios

Se me escapan tanto el epicentro como los matices de un mundo que orbita, sin solución de continuidad, de manera elíptica y formando un interminable bucle, alrededor de un balón

Es una constatación empírica al alcance de cualquiera. Basta con encender el televisor durante el desayuno en un intento de enterarse de qué ha pasado por el mundo. Los llaman informativos. Para relatar todo el volumen de sucedidos a lo largo y ancho del planeta necesitan de sujetos preparados durante años en alguna de las universidades existentes (templos del Saber con mayúscula). En aras de cumplir con la ingente tarea de informar a la población de lo acontecido en todo el orbe, el cometido lo realizan, por regla general, dos personas-periodistas: el uno o una, en esto se ha democratizado el asunto, relata las noticias relacionadas con el fútbol; el otro u otra, todo lo demás.

Uno, un tanto extrañado, mira la fecha en el calendario y constata, con cierto estupor, que no es lunes. Da igual el día de la semana en que te encuentres, en los noticiarios de radio y televisión siempre, hora tras hora, día tras día, mes tras mes y año tras año, hay fútbol. Siempre. Y es de tal importancia que existen preparados periodistas dedicados en exclusiva a informar de dicho evento. El resto de los quehaceres humanos que no sean darle patadas a una pelota y el de los sucesos de la naturaleza es relatado por cualquier periodista no especializado, a excepción del tiempo atmosférico. En cada uno de los noticiarios, de lunes a domingo, al menos un tercio de su duración está dedicado al balompié.

¿Será lo normal y yo un imbécil inadaptado? Casi seguro, pues de lo contrario resultaría inexplicable que el suplemento de un periódico crítico dedicara 12 páginas 12 (portada incluida), a la entrevista de un vasco futbolista del Real Madrí. Quizás sea una forma compensatoria por la desaparición del cuadernillo cultural.

Confieso mi limitación por las categorías pertenecientes a la Metafísica del Fútbol. Se me escapan tanto el epicentro como los matices de un mundo que orbita, sin solución de continuidad, de manera elíptica y formando un interminable bucle, alrededor de un balón. Oigo hablar a periodistas deportivos, a individuos que llaman técnicos e incluso a futbolistas profesionales y sus saberes me resultan inalcanzables. Sus discursos, las más de las veces, inentendibles. Al principio creía que era debido a importarme tres cojones lo que unos tíos hiciesen con una pelota; ahora, gracias a los obispos, he caído en la cuenta de que la introducción de una pelota entre unos palos por parte de un individuo resulta la principal de las razones para querer seguir existiendo y no desear la eutanasia aun en las peores condiciones. Que te encuentras bien jodido, tetrapléjico con cáncer en los huesos, la morfina no calma tus dolores y piensas que no merece la pena tanto sufrimiento, ¡no desistas! Envuélvete en una bandera monárquica española y espera a que Iniesta marque un gol. ¡Verás que subidón!

Resulta inimaginable el discurrir de la vida humana antes de que Dios nos regalara con el fútbol ¿Qué sentido encontrarían a la vida aquellos paganos?

Prometo realizar el camino de Santiago en camiseta, pantaloneta y botas con tacos. Y como brújula, un balón.

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