Walter Mayr, 2011/3/17, SPIEGELONLINE
La crisis política belga presagia el futuro de la Unión Europea
(Traducción: GARA)
Hace más de 270 días que se celebraron las elecciones parlamentarias en Bélgica y el nuevo gobierno aún no ha sido formado. El 60% de los 11 millones de belgas son flamencos, neerlandófonos y «germánicos» y el 40% restante son mayoritariamente valones, francófonos y «latinos». Durante siglos los dos grupos étnicos han estado perfectamente divididos por una antigua frontera cultural: la vieja carretera militar que separaba el Imperio Romano del sur de las hordas barbáras del norte. Pero hoy en día difícilmente pueden convivir en un estado unitario como Bélgica. Y si no fuera por la cuestión de la capitalidad, de Bruselas, hace tiempo que habrían tomado el camino de Checoslovaquia, el de la pacífica separación. (...)
La crisis de Bélgica contiene dinamita geopolítica. Irónicamente, el objetivo central de la Unión Europea de preservar la diversidad cultural bajo un mismo techo político común está fallando en uno de sus miembros fundadores, el país que durante décadas ha sido anfitrión de la sede central de los muy bien pagados campeones de los ideales europeos. (...)
Una explicación lógica sería la de que los belgas están experimentando un fenómeno que puede verse a lo largo de la cada vez más unida Europa. Cuando más fuerte se convierte la Unión Europea con base en Bruselas y más débiles sus estados miembros, más fuertes son los llamamientos de los pueblos pequeños, de los largamente desaventajados grupos étnicos en demanda de autodeterminación dentro de una Europa de regiones.
Escoceses, catalanes, vascos y corsos están siguiendo con entusiasmo los acontecimientos de Bélgica, en parte por curiosidad sobre cómo puede desenvolverse la situación y en parte porque los flamencos han conseguido que su deseo de un estado separado entre con fuerza en la agenda política. (...)