GARA > Idatzia > Kultura

La rebelión de la «mujer florero» en «Potiche», la farsa de Ozon

La cotización de François Ozon vuelve a subir gracias a Catherine Deneuve, que se autoparodia en «Potiche», una farsa donde hace de «mujer florero» que se rebela contra el orden establecido. La película está basada en una pieza teatral de Pierre Barillet y Jean-Pierre Grédy, que en pantalla se nutre de un estilo «kitsch» trasladado a los conflictos laborales de los años 70.

p046_f01_199x112.jpg

Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

El cine de François Ozon ha palidecido bastante en los últimos tiempos, por la sencilla razón de que no se puede ser eternamente un enfant terrible. Pero con «Potiche» parece recuperar su estilo transgresor de los comienzos, porque la película tiene una provocativa estética deliberadamente kitsch y, bajo su aparente ligereza de farsa burguesa, esconde cargas de profundidad y una perversa crítica social.

Todo ello gracias al feliz reencuentro entre el cineasta y la diva Catherine Deneuve, después de que la asociación no cristalizara en «8 mujeres», debido a que el talento y la fuerte personalidad de la actriz se perdían dentro de una coralidad compartida con las otras siete compañeras de reparto. Esta vez ella es la estrella absoluta de la función, con un registro autoparódico que disimula su verdadero potencial hasta que finalmente sale a relucir.

Mujeres al poder

Catherine Deneuve es la ociosa esposa de un industrial, el cual impone su ley en la vida doméstica de la misma manera que lo hace con sus trabajadores en la fábrica de paraguas. La tiene completamente anulada y ella asume su papel de figura decorativa con una ingenuidad en el fondo interesada. Dicho orden establecido salta en mil pedazos el día en que los empleados retienen a su jefe, y éste ve como su salud se resiente tras el tenso episodio. Alguien debe tomar entonces las riendas de la familia y del negocio, siendo la sumisa esposa la que da un paso al frente y se hace cargo de la situación. Tanto es así, que resuelve los problemas ante los que el hombre de la casa acababa de sucumbir. Las negociaciones laborales se resuelven gracias a la amistad de ella con el alcalde, un diputado comunista que fue su antiguo amante y que es encarnado por el Gérard Depardieu más campechano.

La base de tan esperpéntica historia se encuentra en la obra teatral de Pierre Barillet y Jean-Pierre Grédy, que François Ozon ha trasladado a su propio estilo escénico. La función en sus manos coge un aire mucho más kitsch, al estar ambientada en los años 70, cuyos conflictos son vistos mediante un tratamiento de pura farsa.

De esa manera, la transgresión resulta mucho más factible, por cuanto tiene lugar en el seno de una familia burguesa que sufre un repentino colapso. No puede darse mayor provocación que la de la esposa de un industrial traicionando a su marido con un amante comunista, máxime cuando esa mujer había hecho hasta entonces el papel de resignada señora de su casa.

Es en la parte inicial, antes de que la radical transformación llegue, en la que Catherine Deneuve está más divertida, pues no se le caen los anillos al aparecer como una cursi ricachona que corre por los mañanas con un chándal rosa, sin que su perfecta melena de peluquería se le despeine por un instante.

Claro que también ayuda a tan fuerte impresión el que tenga como cónyuge a Fabrice Luchini, quien se pasa las horas en batín, poniéndose serio para decir cosas a su mujer como «aquí mando yo» o «tu trabajo consiste en compartir mis ideas, no en tener las tuyas propias». Frases que quedan del todo patéticas, una vez que pierde su poder y ha de contemplar cómo quien antes callaba empieza a tener voz.

Ozon deja de su protagonista masculino quede anclado en un pasado que ahora nos parece grotesco, pero que conviene arañar en su capa superflua para poder descubrir unas vidas que de mujer que no de emerger habrían sido enterradas.

Estreno

Dirección: François Ozon.

Intérpretes: Catherine Deneuve, Gérard Depardieu, Fabrice Luchini, Sergi López, Karin Viard, Jérémie Renier.

País: Estado francés, 2010.

Duración: 103 m.

Catherine Deneuve es una fuera de la ley

Cuando Catherine Deneuve era joven, se decía que los grandes directores la tenían como musa por su fría y elegante belleza, pero sólo con eso una actriz no se puede mantener en lo más alto, y de forma ininterrumpida, durante casi seis décadas. Otras bellezas de la pantalla, que en sus comienzos pasaron por las manos del erotómano Roger Vadim, luego se vinieron abajo. Pero ella nunca ha marchitado, sobreviviendo a cineastas tan complejos como Buñuel o Polanski. Mujer independiente donde las haya, ha sabido entenderse e intimar con sus compañeros de reparto, especialmente con el difunto Marcello Mastroianni y con Gérard Depardieu, con el que repite cada vez que tiene ocasión.

Y aunque no le pertenezca a ninguno de ellos, son los franceses los que la tienen como suya, casi como un patrimonio nacional, una especie de monumento vivo. Para algo la eligieron como La Marianne, el símbolo de la República, que además se perfuma con Chanel Nº 5, si es que hacemos caso a la publicidad. Con esa imagen no le ha costado nada hacer de «potiche», o lo que nosotros llamamos «mujer florero». La cuestión es que su caracterización está inspirada en Ségolène Royal, a la que quienes no la votaron la ven así.

Pero de eso nada, porque Catherine volvió a dar muestras de su carácter altivo y como la diva que es se negó a dejar de fumar durante la rueda de prensa que dio en un hotel de Madrid para presentar «Potiche». Únicamente apagó el cigarrillo cuando le explicaron la cantidad que iba a tener que pagar como multa. Está claro que las prohibiciones o las imposiciones no van con ella y es que quien lleva reinando tantos años en la pantalla se merece respeto y admiración desde una prudencial distancia. M.I.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo