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ASTEKO ELKARRIZKETA | Josu Zabala, músico

«El nivel musical del país es ahora el más alto que ha habido nunca»

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Fermin MUNARRIZ

Rock Radical Vasco... ¿Eran tiempos trepidantes o simplemente éramos jóvenes?

Las dos cosas: éramos jóvenes y coincidimos con tiempos trepidantes, mucho más que los de ahora... El Rock Radical Vasco surge en el momento en que la Transición se da por terminada, y eso no es una casualidad. El rock que se hizo antes en Euskadi no tenía ese tipo de connotaciones y había tenido que vivir en unas condiciones sociológicas muy diferentes. Nosotros fuimos los primeros que podíamos hacer canciones sin pasar por ningún tipo de censura; nos encontramos con una sociedad que recibía oleadas de información de todo el mundo en todos los campos y que tenía sed, hambre y ganas enormes de sentir la libertad por muy aparente que fuera. Y los jóvenes, todavía más, por el hecho de ser jóvenes. Fue una coincidencia muy grande y tuvimos la suerte o la desgracia de vivir ahí...

Antes de aquello existió Ez Dok Amairu, que también cantaba su inconformismo y que abrió las ventanas para que entrara aire fresco en el país. ¿Llegó a ver alguno de sus conciertos?

Sí, sí, muchos... Cuando tenía 14 años ya compraba los primeros discos de Ez Dok Amairu; recuerdo perfectamente «Euskal Herri nerea» de Xabier Lete... Luego, por supuesto, los vi muchas veces. Verles en el Teatro Florida [de Gasteiz] el «Baga, biga, higa» me cambió realmente la vida; me hizo ver muchísimas cosas de una manera diferente.

Estéticamente, nosotros rompimos totalmente con ellos, pero para mí son gente admirable en el espíritu, y creo que tiene mucho más mérito hacer lo que ellos hicieron en su época que lo que nosotros hicimos después.

Su generación rompió de manera más brusca con los antecesores... En el caso de Hertzainak comenzaron con un cóctel de punk, reggae, ska, mensajes políticos y provocadores en euskara... ¿Recuerda la primera actuación como Hertzainak?

Recuerdo la primera y la segunda, que fueron la misma noche. Fue la Nochevieja de 1981. Hicimos nuestro primer concierto en el local de la asociación de vecinos del barrio Aranbizkarra de Gasteiz. El cantante entonces era Xabier Montoia Gamma, también estuvo El madaleno, un chaval muy salao de Granada que era el único que se sabía todas las canciones; Kike fue allí, había medio aprendido tres y consiguió una guitarra para tocar y tocó, luego se quedó en el grupo. El local estaba lleno y nos agarramos una moña... Fue tal la emoción que nos fuimos todos por la calle, trasladando todos los aparatos, a eso de las 2 de la madrugada, a unos quinientos metros, al bar Mikeldi, que era de un amigo, y entonces dimos el segundo concierto. Y ya no recuerdo cómo nos levantamos de allí...

Fue muy divertido, lleno de amigos, mucha expectación porque habíamos bombardeado a todos los colegas diciendo que venía el mejor grupo del mundo y que se iban a enterar... Habíamos hecho una campaña de autobombo de las que ahora mismo le darían vergüenza a cualquiera, pero funcionó y la primera actuación estaba llena de amigos. La diversión estaba asegurada, era Nochevieja... ¡Qué más quieres!

Eran los años del «No future». ¿El tiempo ha dado la razón?

No parece que el tiempo se la quiera quitar del todo... Es obvio que ahora podemos disfrutar de un montón de libertades, aparentes o virtuales -sobre todo virtuales-, y que en aquellos tiempos, si hubieran existido, habríamos pensado de otra manera. Sin embargo, cuando ves cómo va la política de recortes sociales... No sé si va a haber futuro, pero cada vez más virtual...

Es usted el autor de la mayor parte de las canciones de Hertzainak. ¿En qué se inspiraba?

Normalmente eran momentos de mi vida o de la gente que vivía alrededor y que, de alguna manera, me impactaban por algo y me dejaban una marca... Casi siempre dejaba preguntas. Creo que Hertzainak no se dedicó a dar respuestas, más bien era un grupo que intentaba hacer preguntas y comprender lo que era muy difícil de comprender. Nos tiraban mucho esas dudas y, sobre todo, el sentimiento de ser jóvenes -de alguna manera abandonados por las instituciones y el poder a estar en la calle- para buscarnos la vida y contar quiénes éramos.

Gogoratzen haiz ze ondo pasatzen gintuen... [¿Recuerdas lo bien que lo pasábamos antes? / Había mucha marcha en aquellos tiempos oscuros / Hoy parece que la democracia te ha dejado hecho polvo / Y que le has cogido el gusto a que te den por el culo...] Es «Eh, txo», del año 1984, pero parece escrita hoy...

Esa canción la tocamos en el primer concierto de Gasteiz en 1981. Luego se publicó en una maqueta y en el disco del 84. Estaba dedicada a un amigo que se enganchó; después de haber compartido con él tiempo de militancias, se quedó un poco aplatanado con el jaco [heroína] y ese tipo de cosas... Es una canción dedicada a este tipo de personajes. Hoy, aunque la gente no consuma aquello, estamos todos parecido de aplatanados, pero ahora parece más masivo... A lo mejor, por desgracia, todavía tiene actualidad...

Compuso usted «Aitormena», en realidad una despedida del grupo, aunque duró tres años más... Todavía hoy se sigue especulando sobre el sentido de esa obra, que está considerada una de las más bellas canciones de amor del rock vasco...

Es curioso; algunos incluso lo relacionaban con historias de heroína... No tiene nada que ver con las drogas, es una canción que hice cuando intuí que el grupo se acababa. Quise que el grupo cantara una canción de despedida a sí mismo; además era una cosa que, en el fondo, compartíamos todos. Hacer una canción de despedida y presentarla así habría sido un poco temerario; elegí el disfraz de canción de amor -que en el fondo es lo que es- para ocultar un poco la intención real. Pretendía ser una canción de amor a un grupo que para mí significó muchísimo. Fuimos muy libres, yo pude decir lo que me dio la gana y además conseguí que mucha gente lo escuchara e, incluso, le gustara.

Ustedes comenzaron como grupo de vanguardia y acabaron como clásicos...

Es lo que se supone que tiene que ser... Acabamos como clásicos seguramente porque morimos en aquel momento. Si siguiéramos tocando ahora aca- baríamos como plastas... Más que clásicos, yo diría que ha quedado cierto aire de mitificación con los grupos de aquel tiempo porque fue una época en que la movilización social en torno a esta música fue importantísima y, posiblemente, una de las más grandes que ha habido en este país.

¿Alguien les ha tentado para volver a actuar?

Sí, sí... Ya tuvimos una mala experiencia en la que algún miembro del grupo se sintió un poco obligado y, después de aquella experiencia, yo al menos tengo claro que no merece la pena volver. Además, ¿para qué? Somos muy diferentes de aquellos jóvenes, tenemos un montón de años más... Sería bastante falso.

Tras la separación de Hertzainak en 1993, usted siguió unido a la música en proyectos como Zazpi Eskale o Gu ta gutarrak... muy diferentes del primero. ¿Cómo han resultado esas experiencias posteriores?

La colaboración que empecé con Unai Iturriaga e Igor Elortza nos llevó a un campo muy distinto: la bertsolaritza. De alguna manera, teníamos la intuición de que en ese campo se podría renovar y de que la música podría hacer alguna aportación especial. Partimos de esa intuición y se trataba de experimentar en cada canción o en cada bertso-sorta algo distinto. Más que hacer un estilo de música diferente y conseguir un sonido propio -ese tipo de cosas que se plantea un grupo de rock-, se trataba de conseguir que cada bertso tuviera algo distinto y personal. Ése era el reto que nos planteábamos y hemos trabajado con la música con muchísima más libertad en cuanto a elección de estilos e intentando encajar bien con los bertsos, con la manera de cantar y con la personalidad de quien lo hacía.

Esos proyectos entrañaron, en cierto modo, una indagación en las raíces de una cultura más rural o de música autóctona...

Sí, es verdad. A mí siempre me ha gustado. Yo empecé tocando cosas de raíces. Cuando nos planteamos Xabier Montoia y yo hacer Hertzainak, lo que estábamos planteando era precisamente romper con nuestras raíces, y pensamos que era el momento. Después de la tomadura de pelo que había supuesto para nosotros la Transición, había que hacer algo y mostrar cierto cabreo de alguna manera. Y elegimos una manera, una actitud y un modo estético que nos parecía que rompía con lo que venía. No habría tenido sentido que después de una generación de cantautores pesados y de conciertos politizados nosotros hubiéramos intentado seguir en esa onda; pretendíamos precisamente romper con aquello.

También desarrolló una experiencia didáctica para las aulas de música...

Creo que es el proyecto más ambicioso que se ha hecho hasta la fecha para llevar la música vasca a las escuelas de música. Intentamos dinamizar de alguna manera el panorama musical y se hizo en colaboración entre escuelas y músicos del país. Trabajó un equipo humano muy cualificado y muy importante. Se llamó Arteola y se hizo en 2005. Luego el resultado se socializó a través de una página web que se llama «Aho bete kanta»; hay varios cientos de canciones del país, transcripciones de parti- turas para diferentes instrumentos, etc... Es un trabajo del que estoy muy contento, aunque al final -como ocurre tantas veces- no sé si supimos rematar la faena y venderlo bien. No sé si conseguimos toda la influencia que podía haber tenido...

Podría ser una pista para llevar también otras músicas a las ikastolas... ¿Llevar el rock a las aulas, por ejemplo, nos haría adultos más satisfechos?

Yo creo que no. Lo que hay que llevar es la música; yo ya no entiendo la música como cajas que no tienen que ver una con otra. Creo que hay que llevar la música en palabras máximas. Los niños deben escuchar primero la música tradicional, lo que cantan sus padres, luego tienen que escuchar de todo... Lo que tenemos que conseguir es educar a la gente para que ame la música en cualquiera de sus facetas.

Es cierto que ha habido algún reparo, sobre todo en la comunidad educativa, hacia ciertos tipos de música, no sólo el rock. Ahora, seguramente, el rock es ya una cosa asimiladísima y será más difícil que entre el hip-hop.... Siempre ha habido ciertos reparos; eso quiere decir que este tipo de músicas todavía tienen capacidad de manifestarse críticamente frente al sistema.

¿Se hace buena música hoy en Euskal Herria?

Sí se hace buena música; no es la mejor música del mundo, pero es buena música. Sin embargo, resulta difícil para los grupos que empiezan porque ya no hay nadie que pueda echarles una mano. Nosotros tuvimos suerte cuando comenzamos porque hubo gente como Marino Goñi [productor musical de Soñua] que tuvo la capacidad de ver que estaba naciendo algo que iba a quedarse, que iba a funcionar, y apostó por eso, por nosotros.

Hoy no hay discográficas que apuesten por la gente joven, pero creo que hay más músicos que nunca. Cualquier chaval -si es un poco aficionado- ya ha escuchado cuatro veces más de lo que nosotros podíamos haber escuchado, tienen más educación musical, tienen mejor técnica tocando los instrumentos que la que nosotros teníamos cuando empezamos -que era igual a cero- y parten de un nivel técnico muy superior.

Sin embargo, por alguna razón, cuesta un poco conectar. El problema fundamental es que además tienen que competir contra todo el mundo. Toda la música del mundo está al alcance de cualquiera en su propia casa. A nosotros nos ayudó que había sed cuando empezamos y la gente nos apoyó. Ahora parece que la gente está harta de beber... Cuesta un poco entender esto, pero estoy convencido de que hay muy buenos grupos, hay muy buenas grabaciones, y el nivel del país es seguramente ahora mismo el más alto que ha tenido nunca.

¿Cree que se arriesga en buscar nuevas fórmulas, en abrir caminos?

Hay grupos que sí... Por eso algunos están saliendo y hasta les resultan muy bien las apuestas que han hecho. Está claro que hoy a un grupo se le exige mucho más que a nosotros en nuestro tiempo. Hoy un grupo tiene que apostarlo todo y tiene que tener una fe inmensa en sus posibilidades. Cuando empezamos nosotros no había nada: no había dinero, todo era muy cutre, no había técnicos, ni equipos, ni nada... pero cada fin de semana podíamos tocar en alguna parte, aunque fuera un bar. Si tú has tocado esta semana y tienes otro concierto la que viene, tienes unas razones muy poderosas para ensayar y para seguir mejorando. Nosotros hacíamos fácilmente 40, 50 o 60 conciertos en un año, lo cual te mantiene muy vivo.

Ahora mismo, con la competencia de conciertos que vienen de fuera, a muchos grupos les cuesta conseguir una programación de actuaciones, y, a pesar de ello, siguen. Ahora es más duro, sobre todo para los que empiezan, porque el circuito no apoya mucho, la competencia es enorme y porque, además, la gente ha perdido mucha fe en sus vecinos. Parece que ahora está más cerca Nueva York que Santutxu. Supongo que esto también cambiará; me resisto a creer que las bandas sonoras de las generaciones actuales estén escritas completamente fuera de aquí. Siempre tiene que haber algún grupo de aquí que, a través de sus canciones, es capaz de presentar y de reflejar los sentimientos o las emociones de la gente como ellos.

Incluso, como en su época, de provocar... A estas alturas del concierto, ¿queda capacidad para provocar?

Yo creo que sí, lo que pasa es que cada vez es más difícil y cada vez hace menos efecto. La primera vez que te provocan te llevas tal susto que ni te enteras. Ahora se toma casi como una operación de marketing. Pero todavía se puede provocar. Hay grupos que lo intentan: por ejemplo, Bizardunak, a su manera, Atom Rhumba, de otra...

Hay gente que anda alrededor de Bide Huts y, si no están provocando, al menos, se ve que llevan una línea propia, que hacen cosas con muchísima intención y, aunque sean minoritarios, terminan enganchando y calando.

¿Eso quiere decir que existe un público despierto?

Existe un público que cada vez sabe más; debe ser así y es una buena señal. Por ejemplo, la gente que nos vio a nosotros en aquel concierto de Aranbizkarra habrían visto tres conciertos y veinte verbenas... y, claro, les habríamos parecido la de dios. La gente ahora ha visto muchos conciertos en general -aunque sean grabaciones- ha oído mucha más música... El público es más exigente y me parece muy bien. Es uno de los retos que los grupos tienen que afrontar: Esto es lo que hay y lo que toca, hay que asumirlo, apostar y tener mucha fe.

¿Un cambio político podría traer consigo también una sacudida en el ámbito cultural, artístico y musical del país? ¿Puede ser un aliciente para que se muevan cosas, como ocurrió en los años ochenta?

Claro que puede, pero para eso habría que confiar en que los políticos que tenemos en este país sean capaces de hacer lo que deben hacer... Y en esto, la verdad es que no soy nada optimista.

Me cuentan que es usted el alma mater de las fiestas de Mekoleta [barrio de Otxandio de 20 habitantes], que consigue atraer cada año a algunos de lo mejor del bertsolarismo y de la música vasca...

Vivo allí y el truco consiste simplemente en que conozco a mucha gente y sabes muchas veces cómo están los grupos. Sabes qué grupo ha estado ensayando no sé cuanto y necesita un bolo para probarse, y que le viene bien una actuación donde además se lo va a pasar bien y donde lo tiene asegurado... A cambio de no cobrar nada, tocan y se divierten. Es una cosa entre amigos. Es uno de esos pequeños milagros que sólo son posibles en el mundo de antes, a un tamaño pequeño, porque eso a gran escala sería imposible.

Sigue enganchado a la música pero sin las prisas del rock... ¿Se disfruta más sin la presión del mercado? ¿Se siente más libre ahora?

Se disfruta igual, disfrutas todo. Ahora hago música sin ningún sentido de obligación; hago las cosas porque me dan la gana y cuando me dan la gana. Me gusta disfrutar de la compañía de mis amigos músicos y siempre que me piden una colaboración allá estaré. Hago cosas por aquí o por allá, sin ningún sentido de la obligación. No es nada que tenga que ver con una profesión de la que tienes que vivir. La música es lo mejor que hay.

Por cierto, aquello de «sexo, drogas y rock & roll»... ¿es verdad?

Lo del rock es verdad; lo de las drogas no hay más que repasar unos cuantos que se han quedado por el camino -Euskadi ha dado una buena colección, además, de grandes músicos y grandes personas-, y lo del sexo creo que era para los baterías y los cantantes, me temo...

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