BOBADAS ALPINAS | Kike de Pablo, alpinista
Esparcir las cenizas
La niña de 9 años Ashima Shiraishi, de New York, acaba de escalar una vía de 8ª de dificultad y, si le ves su carita de encanto, coronando sus 120 centímetros de altura, dan ganas de tirarle de las orejas o algo similar, como justo castigo por jugar a escalada de dificultad (ha de estar jugando, digo yo, si no de qué…) y dejarnos a los demás en ridículo, a aquellos que nos lo tomamos en serio y no llegamos ni de lejos a dichos niveles.
La ley debiera de intervenir, ahora que se entremete en todo y llegó al mundo de la montaña para quedarse. Debieran de prohibirlo. Porque el verdadero problema de la escalada es que siempre estás rodeado de gente que escala mucho más que tú, y ya no podemos decir que tal persona tiene ventaja porque es más alto, que ya lo decía Jean-Paul Sartre, que en el fútbol todo se complica por la presencia del equipo contrario. En fin ¡resignación!
Ya apuntaba Pearl S. Buck que los jóvenes no son bastante prudentes y suelen intentar lo imposible para acabarlo consiguiendo generación tras generación.
Además, alguien tiene que esparcir nuestras cenizas por el monte (como parece ser la costumbre) cuando nos hayamos convertido en ellas, y más ahora que la ley hace excepciones, como la que se votó en la región de Venecia para poder cumplir con la voluntad del testamento del famoso escritor italiano -y amante de los Dolomitas- Dino Buzzatti, que quería esparcirse mecido por los vientos de Croda di Lago, y es que esquivar la ley que lo prohibe es relativamente fácil, excepto si lo quieres hacer con pompa y gran público.