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Carlos GIL I Analista cultural

Peripatético


En didascalia cósmica, Valle-Inclán se refería a Max Estrella y Don Latino como «dos poetas peripatéticos». Quedamos cogidos a su noción más atrabiliaria, como descripción de ridículos o estrafalarios. Pero se trata de una escuela filosófica encabezada por Aristóteles, que viene de la voz griega peripatos, paseo, es decir que la referencia valleinclanesca es un tratado, una luz para la dramaturgia, para la puesta en escena. El peregrinaje por la noche madrileña de esos dos enormes personajes es una fuente de sabiduría y una escuela de vida, una lección teatral, literaria, léxica, filosófica, histórica, incluso más allá de la ya de por sí incalificable aportación teórica del concepto esperpento que atraviesa esta obra magna. Un regalo, cúlmen de la literatura dramática universal, que con su simple lectura uno logra el placer absoluto.

Ayer se celebró el Día Mundial del Teatro, cita funcionarizada, no metabolizada por todos los sectores, una suerte de cumplimiento ritual de la lectura de un texto internacional donde caben todas las vaguedades, y que se apoya con algunos actos menores a su rebufo. Este mes que se nos va ha celebrado cuatros días mundiales, porque la fragmentación sectorial es un intento de disolución, una tribalización nada operativa. Títeres, para niños y jóvenes, narración oral, más el genérico. Aprovéchese la ocasión, vívase el teatro en los medios, en la sociedad, pero no agoten las tracas en un día. El teatro es mucho más que mensajes puntuales, es un compromiso diario. Hágase teatro siempre, aunque sea el peripatético. ¡Viva el Teatro!

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