A pesar de los desmanes cometidos en nombre de la economía y del triste amago de meterla en cintura, es palmario a estas alturas de la crisis que la Política, así, con mayúscula, se halla en paradero desconocido, y que quien ocupa su lugar es la versión más siniestra de la economía; y que los políticos, así, con minúsculas, no son sino esbirros más o menos serviles de su amo. Quienes provocaron el naufragio y han sido los beneficiarios del descalabro se erigen ahora en nuestros salvadores esgrimiendo la disolución del estado de bienestar por motivos contables. No se puede salir del oscuro laberinto del capital especulativo, sólo queda dejarnos arrastrar más adentro.

Hace unos días se cumplió el primer aniversario del Teatro Campos Elíseos de Bilbo. Su rehabilitación costó 25 kilos, pagados a escote entre el Ayuntamiento y la SGAE. Un convenio dejaba la gestión en manos de ésta con el compromiso de ofrecer una programación centrada en las artes escénicas contemporáneas, la difusión del trabajo de los nuevos creadores y la atención al teatro en euskara; todo lo cual ha sido evidentemente incumplido. Para la programación inaugural se había inicialmente previsto la producción de la obra de Alfonso Sastre «El extraño caso de lo caballos blancos de Rosmersholm», pero cuando ya se contaba incluso con los actores del reparto, el teatro anuló el montaje aduciendo que «carecían de capacidad económica para asumir el riesgo de producir espectáculo». En la celebración de este primer aniversario, los responsables del teatro anuncian la coproducción del musical «Let's dance!», en el que participará una indeterminada compañía vasca y el grupo de bailarines del programa televisivo «Fama». Se estrenará las próximas Navidades. Esperemos que al menos no sea el día 28.