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«Mi novela no tiene un héroe que guíe la historia. La cárcel de Ezkaba es la protagonista»

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Carmen Domingo

Autora de la novela «La Fuga»

Se licenció en Filología Hispánica en su Barcelona natal y empezó a dar clases de castellano en una universidad de Casablanca. Publicó su primer libro en 2001 y, desde entonces, ha llevado un ritmo de título por año. Sus textos se distinguen por un alto nivel de compromiso, tanto en novela como en ensayo, donde el feminismo y la memoria histórica se erigen como pilares fundamentales.

Aritz INTXUSTA | IRUÑEA

Ficcionar la fuga del penal de Ezkaba, que acabó convirtiéndose en una carnicería cuando los franquistas dieron caza en los montes a los reos huidos, constituye una tentación para un novelista, pero el reto abruma. Carmen Domingo, finalmente, ha tenido el valor suficiente para hacerlo. El resultado lleva por título «La Fuga». La novela nace del empeño porque el horror de la prisión no se olvide. Domingo es firme defensora de que los muros de la cárcel acojan como un memorial de la represión a los republicanos.

¿De dónde nace su interés por la fuga de Ezkaba?

Mira, yo soy catalana y no sabía nada sobre Iruñea, pero cuando salió mi primer libro sobre memoria histórica vine aquí con IPES. Comencé a intercambiarme correos con Iñaki Alforja, que se había leído mi libro y tenía interés en el tema de las mujeres. A partir de ahí, surgió con Iñaki una relación que saltó de lo profesional a la amistad. De esta forma, en mi primera visita a Iruñea entré por primera vez en el fuerte. Desde entonces, cada vez que vengo, subo a Ezkaba. Creo que no se puede salir de allí sin llevarte algo del fuerte encima.

Y necesitaba sacarlo.

No podía dejar pasar un tema como este. Me costó mucho, porque yo siempre escribo temas de mujer, por lo que supuso cierto esfuerzo narrar una historia sólo de hombres.

¿No se le ha colado ninguna voz femenina en esta historia?

Hice una primera versión donde forzaba la entrada de una mujer, por aquello de que me resistía a separarme del todo de mi línea de trabajo. Cuando lo tuve acabado, se lo mandé a Iñaki para que lo revisara. Sobre todo, pensando en las palabras en euskara y en los topónimos. Tiré algo de Google Earth y de traductores en euskara y no las tenía todas conmigo. Después de leerlo, Alforja me dijo: «¿Y por qué no quitas esta voz de mujer?». Probé a eliminarla y, vaya, me gustó mucho más.

¿Y cómo se llamaba ese personaje al que asesinó?

Hombre... tampoco llega a ser un asesinato, asesinato. Pero bueno, se llamaba Andrea. A través de este personaje intenté crear una conexión entre el presente y el pasado. Era una joven que servía de hilo conductor.

Una lástima no haberla conocido. ¿Con quién se va a encontrar el lector de «La Fuga»?

El lector va a descubrir en estas páginas una historia apasionante. Y creo que también se dará de bruces con una parte de sí mismo, a pesar de que no esté implicado directamente, de que no tenga familiares represaliados. Pienso que, en un Estado como este, donde todo lo que ocurrió antes de la transición se ha difuminado como en un borrón, el lector puede encontrarse con un fragmento de su historia. Ezkaba forma parte del pasado de todos y de ese pasado podemos aprender mucho.

¿Habrá un héroe protagonista o la trama se entreteje a modo de novela coral?

Puede hablarse de un protagonista, pero ese protagonista no es un héroe, sino la cárcel en sí, el fuerte como tal. Eso lo tenía claro, pero resultaba muy difícil conseguir. Así que, para hacer que la vida en el penal se convirtiera en personaje vivo, opté por una novela coral. Si me hubiera lanzado con protagonista con tres o cuatro satélites, el edificio perdía muchísima fuerza. Mi apuesta fue utilizar cinco voces. Hasta donde me han dicho quienes han leído mi libro, porque yo soy muy poco objetiva, estas no complican para nada la historia, sino que resaltan la importancia de la cárcel.

¿Sus personajes son reales o realistas? ¿De dónde ha sacado sus nombres?

Para cuando empecé con el guión, hace año y pico, ya llevaba mucho tiempo documentándome. Esta es una novela histórica sin ningún arriesgue. No me permito ni un fallo, porque en este país hay muchos que apoyan a la desmemoria. Si llego a poner que hay cinco mil presos cuando sólo hubo cuatro mil y pico, seguro que aparecería algún iluminado de la derecha diciendo que me invento cosas, que exagero y que comían alubias con chorizo. Esto lo llevé a rajatabla, hasta para bautizar a mis personajes. Efectivamente, los nombres son reales.

¿Y cuánto contienen de ficción?

Son ejemplos. Utilicé nombres reales extraídos de los juicios, pero se trata de personas sobre las que nada se sabe. Me interesaba que el lector percibiera la pluralidad de historias de los presos. He creado a un universitario, a un zapatero, a un político, un preso euskaldun... Obviamente, me invento las conversaciones, etc. La novela es novela y pasa todo en tres días.

Pero siempre sin patinar.

Mira, Pío Moa y César Vidal y demás pueden soltar cuantas barbaridades quieran. La izquierda no tiene esa libertad. Ha de ser muy rigurosa, porque jugamos con la memoria de mucha gente que está viva.

No entiendo esa afición de la derecha ponerse uñas para arriba. ¿No se supone que no hay solución de continuidad?

¡Eh!, no intentes liarme. Eso de que no hay solución de continuidad lo dirán ellos.

Me ha pillado. Intentaba que se mojara abiertamente.

Sin problema. Lo que está claro es que existe esa continuidad. La transición fue una ley de punto final, que quizá fue bien ese día y los tres siguientes también, pero ya es hora de que sea modificada.

 
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