Islamofobia respetable
El partido de Sarkozy, la UMP, en un nuevo brote de fiebre política sobre el Islam, anunció ayer una polémica conferencia sobre la laicidad y los problemas que plantea esta religión. En Florida se celebró el «Día de la quema del Corán» y sus dramáticas consecuencias no cesan en Afganistán. Merkel y Cameron anunciaron oficialmente el fin del multiculturalismo mientras la extrema derecha populista se va constituyendo en fuerza parlamentaria e incluso gobierna en coalición en países de larga tradición democrática como Holanda, Dinamarca o Suecia. La nueva islamofobia parece haber sustituido a la vieja xenofobia y una nueva histeria cargada de prejuicios pero realmente popular recorre Europa. Los políticos han descubierto su poder y explotan políticamente el miedo al Islam. Se trata de un fenómeno de una profunda penetración social y que ya ocupa el carril central de la política.
El discurso islamofóbico presenta al Islam como una religión políticamente dirigida, bárbara en esencia, expansionista y supremacista por naturaleza. Como una ideología que se opone a todo lo que representa e importa en Europa. Ciertas prácticas en algunos estados islámicos, que bajo el pretexto de la religión persiguen a gays y lesbianas, lapidan por adulterio u obligan a las mujeres a vivir en condiciones medievales, son antagónicas a los valores de libertad e interesadamente amplificadas hasta la amalgama.
La islamofobia tácticamente es inteligente al combinar con éxito el ser culturalmente conservador e izquierdista en ciertos temas. Animan a «frenar la invasión» musulmana para no tener que poner el freno a las pensiones. Su auge coincide con el declive de los partidos socialdemócratas y el desmantelamiento del estado de bienestar que han promovido. La islamofobia ha venido para quedarse y será un elemento determinante del debate político europeo al que Euskal Herria no es ajena. La forma en la que sociedades cada vez más diversas pueden no sólo cohesionarse sino también prosperar es un debate que debería preocupar a todos. Abordarlo sin clichés y con honestidad intelectual exige posicionarse contra la islamofobia y los políticos que pretenden convertirla en una idea respetable.