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Enrique López Fernández Abertzale de izquierdas

Hemos abierto la puerta y se han estrellado

Hemos cambiado y ese cambio de estrategia que nos ha colocado en esta situación ha sido desesperadamente largo para muchos de la izquierda abertzale, y excesivamente rápido para otros

Después de una época de confrontación armada, en la que ha quedado claro quién era el que ganaba, la izquierda abertzale ha pasado de resistir a dejar que todos sus adversarios en bloque se estrellen con toda su fuerza en donde ya no hay nadie. Se han puesto en evidencia y ahora, sorprendidos, se preguntan qué van a hacer. Nada, acaban de perder su fuerza; se repondrán, pero para eso tendrían que organizarse de nuevo ante la nueva situación que ha creado la izquierda abertzale y que ha suscitado la complicidad sin reservas de todos los que pueden ser demócratas activos.

Han sido muchos años aguantando los envites de los carpetovetónicos de siempre, unos aguantando la puerta para que no entren, otros los empujones y otros respondiendo como dios daba a entender a los continuos ataques del nacionalismo español. Hemos abierto la puerta y se han estrellado.

Hemos cambiado y ese cambio de estrategia que nos ha colocado en esta situación ha sido desesperantemente largo para muchos de la izquierda abertzale, y excesivamente rápido para otros, pero todos juntos hemos colocado a nuestro adversario político más claro, al Estado español en el más absoluto de los desastres.

Tan listos y poderosos pero sin capacidad de anticipación, han demostrado que son más lentos de reflejos. Ahora, mientras el Estado español sigue sin creerse de verdad que el cuarto está vacío, la izquierda abertzale ha abierto de golpe la puerta invitando a pasar y, como era previsible, han entrado.

En las filas de la izquierda abertzale había dudas de seguir dejándoles fuera, aguantando los empujones, incluso de caer aplastados por la furia de los empujones. Triunfó la tesis de dejarles entrar. ¿Para qué? Si no llaman con educación, si son unos bárbaros, si así no se puede recibir a nadie, pensábamos todos, pero también sabíamos que íbamos a ser machacados, ante los más animales entre los animales. Podían haber aprovechado para entrar triunfantes y tratarnos con displicencia, podían haber convencido al mundo de que su poder y fuerza les hacían merecedores de una victoria digna y honorable pero, como era previsible, no podían ser lo que no eran, han entrado atropelladamente a matar, violar y robar como saben, y no estábamos. Sólo han terminado por convencer a los más acérrimos defensores de la resistencia de que abrir la puerta ridiculizaba al verdadero violento.

Ahora estamos todos abandonando el cuarto de la autonomía y construyendo el de la independencia, con todos los que se avergüenzan de ser españoles, porque el espectáculo es lamentable y su proceder nos proporciona los materiales necesarios para construir un mejor y más democrático estado vasco.

Mientras siguen convenciéndose de que ya no tienen que empujar ni tienen con quién pegarse y siguen pegando, nosotros acabamos de descubrir que son víctimas de su propio discurso y de su propia inercia. Que la mejor forma de doblegar a nuestro adversario no es golpeándole o poniéndole la zancadilla, sino dejándole entrar, que él solo se precipite de golpe y caiga.

Ahora toca sacarle los colores, por maleducado, por entrar armado, y pedirle explicaciones por su proceder, por su origen, y además que rinda cuentas.

Tiene muchas asignaturas pendientes y, sin quererlo, ha entrado y se va a examinar. Es el único armado, el único torturador, el único que nunca ha condenado su violencia, el único que ha tenido la boca más grande para pedir lo que el no hace, el único que ha caído al suelo y, descompuesto, sigue balbuciendo excusas. ¿Cuáles? No le queda ninguna justificación para seguir con sus discursos belicistas y al mismo tiempo victimistas. Simplemente ha quedado en evidencia que tiene carné de demócrata expedido por Franco y que sigue teniendo un montón de cómplices y rehenes que se empiezan a avergonzar de seguir haciéndole la ola, porque no han sido capaces de meterlo en vereda en muchos años.

Después de balbucear explicaciones, le tocará rendir cuentas. Y en ese momento tendrá dos opciones quedarse en el cuarto y jugar con las reglas del cuarto o irse de él. En todo caso, enhorabuena a los del cuarto.

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