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«Gracias a la tecnología digital, todos podemos ser pequeños Joe Meek»

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Jaime Cristóbal

Guitarra y sintetizador de Souvenir

Souvenir es un dúo creado en Iruñea en 1998 por Jaime Cristóbal y Patricia de la Fuente. Su inicio se orienta hacia el pop indie cantado en francés. Canciones sensuales guiadas por el pop femenino de los sesenta, pero revisadas desde el presente. Tras cinco discos, llega «Travelogues», que continúa la trayectoria sinte-pop de sus dos anteriores trabajos.

Pablo CABEZA | BILBO

Jaime Cristóbal es un cualificado músico de Iruñea. Un guitarrista con buena técnica, preparado para el detalle y con la suficiente inquietud como para moverse en paralelo por diferentes proyectos. Su guitarra gira en torno al rock, el pop, el rock and roll... y el sonido twang, recorriendo siempre el mástil con soltura y buen gusto.

Souvenir presenta hoy en El Balcón de la Lola «Travelogues», álbum donde se mantiene el tono pop-electrónico, el sinte-pop, el pop de atmósferas y guitarras rockeras disimuladas entre capas de sintetizadores, ritmos y detalles, al estilo de sus dos trabajos previos.

«Travelogues», con una inspirada portada del donostiarra Iker Spozio, en un estilo muy indie-pop, atraviesa nueve historias musicales donde los ritmos de club, los ritmos de baile son protagonistas. No obstante, cada título posee un trazo, en ocasiones dinámico, explicito, bien marcado, y, en otras, más tenue, cálido y perceptivo. Conviven asimismo planos de evidencia sonora con capas de arreglos cargados de detalles, lo que estimula aún más la escucha, pues no todo queda al descubierto, afortunadamente, en una primera escucha.

En el disco anterior, «Drums, sex and dance» cohabitaban guitarras de corte twang en varios títulos. Para muchos comentaristas las guitarras han desaparecido en este disco, pero, en realidad, quizá sea que son menos evidentes.

¡Totalmente de acuerdo! Quizá hay alguna guitarra menos que en los dos anteriores, sobre todo porque nos atraía mucho probar otros sonidos para arreglos que tradicionalmente eran de guitarra, como por ejemplo el autoharp, que ha sido una de las claves del disco. Pero sigue habiendo guitarra surf/twang... quizá es más evidente en los conciertos.

En «Taboo» se menciona, entre otras, a la veterana rockbilera Wanda Jackson. La canción podría haber ido incluso en el disco regreso de Wanda. ¿Son pistas de su cultura musical a pesar de no haber vivido contemporáneamente el nacimiento de esa sonoridad?

Sí, claro. Como melómanos inquietos siempre hemos buscado y disfrutado de cosas muy distintas, siguiendo la máxima de que casi en cualquier parte, en cualquier estilo o época diferentes se pueden encontrar auténticos tesoros. Hoy en día el eclecticismo en los gustos está ya más que aceptado, pero cuando empezamos había quien nos miraba como bichos raros... Uno de mis lemas del primer disco fue intentar hacer canciones para Françoise Hardy escritas por Robert Forster [Go-Betweens] y tocadas por una banda de surf. Era un reflejo de las influencias de entonces. En el tercero sampleamos guitarras hawaianas de los años 40 para canciones de corte chanson. En fin, lo que ha ido tocando en cada momento se ha reflejado. Ahora las referencias han variado, pero siguen conviviendo cosas que pueden encajar perfectamente, como guitarras con twang estilo años 50 y un ritmo de tecno. No es tan lejano de lo que hacía Alan Vega, por ejemplo, pero en clave más pop.

El primer single del disco es «Dance it away», pero está colocado en segundo lugar, ¿quizá no se quería descubrir tan pronto su potencial o que los sintetizadores de «Whispers in the night» orientaban mejor sobre el global del disco?

Sí, es un poco eso. «Whispers» quizá marca el tono del disco de forma más certera, y eso que es, dentro de las de corte atmosférico, quizá la más dura, sobre todo el comienzo, que parece que ha desconcertado a algunos. Pero el disco tenía que empezar con esa canción y acabar con «Mots», otro paisaje evocador pero en este caso de horizontes más hermosos, diría yo [Con un intenso uso de las guitarras cargadas de eco]. El single era claro por su inmediatez, pero no me gustan los discos que empiezan con el single, creo que es darle un doble protagonismo que desequilibra un poco el disco.

¿Es un disco con reglas?

Había una idea de utilizar el sonido acústico y un poco arcaico del autoharp, que yo utilizo para un proyecto en el que estoy con Roberto C. Meyer de corte más country. La idea de combinarlo con sintes era muy atractiva. También partimos con la idea de no repetir la parquedad instrumental de «Drums, sex and dance», porque nos apetecía todo lo contrario, hacer algo con más arreglos y matices. Por último, tras largos problemas de alergia, Patricia recuperó su voz y, de alguna manera, le apeteció volver a cantar canciones más melódicas. Creo que esos son los tres puntos de partida, pero luego cada canción es un organismo vivo que te lleva para un lado u otro.

¿El disco es artesano o artesanía? ¿La noche es su mundo?

Es artesano al estilo de Joe Meek [notable productor y compositor de los años sesenta]: el sueño de grabar un disco en tu apartamento, pero consiguiendo que suene potente y estruendoso, pensado para la radio, de alguna manera. Gracias a la tecnología digital, ahora todos podemos ser pequeños Joe Meek. El disco está engendrado en mañanas y tardes soleadas de verano y otoño, cantado al crepúsculo y dirigido a la noche, como se comprueba al ver la reacción del público durante los conciertos.

El álbum denota muchas horas de ordenador. Trabajo de arreglos y pistas, muchas pistas.

Sí, es una de las delicias de este proceso, poder ir probando, avanzando, quitando y poniendo. Sin problemas de espacio, de tiempo, de coste de estudio, de productores opinando, y esas cosas. En este disco es en el que más cómodo me he encontrado en ese aspecto, todos los arreglos han salido de una forma muy espontánea.

 
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