«Mi ADN musical se compone del r'n'r clásico de los años 50 y del glam»
Cantante y guitarra
Igor Paskual nace en Donostia en el barrio de Herrera, crece en Asturias, donde se trasladan sus padres. En Xixon, a mediados de los noventa entra a formar parte de Babylon Chat, formación orientada hacia el glam-rock y que logra cierta repercusión en el Estado español. En Madrid coinciden con Loquillo, surgen sinergias y en 2002 Igor es parte de los Trogloditas de El Loco.
Pablo CABEZA | BILBO
«A los doce años, más o menos, una tarde fui a casa de un amigo. Su padre tenía una colección de discos enorme y puso algo de Pink Floyd. ¡Guau! Luego otro de la Creedence Clearwater Revival. ¡Buf! Y durante una tarde entera sacó lo más selecto de la discoteca de su padre. Nunca volví a ser el mismo. Fue algo mágico, como descubrir otro continente, ya que esos discos se convirtieron en un nuevo planeta recién conquistado», revela Igor Paskual, músico de la banda de Loquillo y autor de un espléndido disco debut, «Equilibrio inestable», que viene a sintetizar parte de la historia que ha vivido, ya que el cedé contiene, además de elegantes y aparentes melodías, un lado oscuro que aflora por primera vez y que se muestra cargado de sugerencias.
De Donostia a Xixon, unido por el Cantábrico.
En Asturias hay un sentimiento de pertenencia enorme, un amor por sus paisajes y costumbres increíble, sin embargo, apenas está articulado de un modo político, es algo muy intenso pero se vive generalmente desde un punto de vista emocional. Supongo que nunca hubo una burguesía industrial tan potente como en Euskadi o Cataluña que lo organizase y canalizase en torno a unas premisas ideológicas. Los pocos años que pasé en Donostia fueron suficientes, no obstante, para hacerme acérrimo seguidor de la Real Sociedad y es que mi primer ídolo fue Arconada, al que espero conocer algún día. Siempre hemos estado muy ligados a esta tierra de un modo u otro, vengo muy a menudo, mi hijo se llama Iker. En fin, el Norte me hace feliz.
Muchos comentaristas relacionan su álbum debut con el glam-rock, pero este es un disco abierto con muchos desequilibrios afortunados.
Mi ADN musical se compone del rock and roll clásico de los años 50 y del glam, así que ambos forman mis raíces y supongo que por eso se me relacionará haga lo que haga con el glam. Pero en este disco es obvio que hago un recorrido por muchos estilos. Hay pop, rock contundente, blues antiguo, country [la línea que le aproxima a Quique González], baladas con toques de electrónica y creo que he logrado adaptarlos a mi propia voz. Necesitaba emplear un amplio abanico de estilos para disponer de diferentes tipos de fraseos y generar tonos y ambientes acordes con las letras. Las canciones de este disco hablan de la gran búsqueda de un equilibrio inestable que me permita vivir con emoción e intensidad a la vez que con cierta cordura. Así que, dentro de ese viaje emocional, explico que soy un borracho que quisiera ser abstemio, un viajero que quiere estar en casa y un infiel al que le gustaría ser un buen marido. Es una narrativa llena de contradicciones que exigió distintos ingredientes para el plato final, aunque en la presentación del menú el glam aflora siempre.
No se puede negar que «Bipolar» tiene algo de Bowie, que en «La bahía» podría haber colaborado Marc Bolan, pero este debut va más allá de lo previsible según su pasado.
Hay una muestra de bastantes cosas por la necesidad narrativa de la que te hablaba antes y también porque ahora tengo los recursos suficientes para llevarlos a cabo. Hace unos años no hubiera sabido cantar un blues lento como «El peor novio del mundo» o desarrollar una canción que mezcla rock y electrónica como «Bipolar». Tocar despacio requiere una calma que sólo se obtiene con los años. Todo este tiempo de experiencia y aprendizaje me han venido muy bien para atreverme con cosas que antes sí me gustaban, pero que, por falta de habilidad, no había realizado. Tenía que ser algo que me saliera natural para que esos distintos registros sonasen propios y eso sólo se consigue con tiempo y paciencia. Lo de Bowie te lo agradezco mucho, eso son palabras mayores.
En «Mis amigos» aparecen arreglos de cuerda muy luminosos y se bebe pop en jarra, pero, de repente, aparece una sucia guitarra que sublima la canción.
Gracias. Me basé en Graham Coxon, ex guitarrista de Blur, uno de mis guitarras favoritos y músico muy infravalorado que apenas hace solos. Debe de ser de los pocos guitarristas de este planeta que escuchan la canción por completo y no sólo su parte, estudia bien lo que hacen sus compañeros para dejarse caer en los sitios más insospechados. Es un grande. En la música me gustan los contrastes, cantar una canción pop y animada con una letra triste, o al revés.
Durante las primeras ocho canciones hay variaciones, lo que convierten el disco en un divertimento con buenas letras y, con todo, coherente. Sin embargo, a partir del corte 9, en especial, surge otro Igor Paskual que no aparece ni en su web: el sonido que le emparenta con Nick Cave y su etapa de piano y sucias guitarras.
Me alegro mucho de que te hayas dado cuenta. Cuando hago el orden de las canciones de un disco, no puedo evitar concebirlo en dos caras y por eso el disco tiene ese desarrollo que va de las canciones donde la melodía y el estribillo tienen un mayor peso en los temas en los que mandan la base rítmica y hay estructuras más obsesivas. En realidad, está distribuido como si hubiese una cara A y una B.
Y «Mi funeral automedicación» es un desgarrado blues.
Sí, sí. Ahí es donde se nota claramente esa vieja obsesión mía por ser muy antiguo y muy moderno. Es una idea que me persigue y que busco con insistencia, combinar los extremos es un ideal artístico.