Amparo LASHERAS Periodista
Siempre es tiempo de indignación
Desde la publicación del libro de Stéphane Hessel «¡Indignaos!», la idea de indignarse ha cogido una cierta notoriedad mediática y social. La cuestión es saber si el mensaje ha calado en la ciudadanía y si, de verdad, está dispuesta a indignarse, a plantar cara al sistema y optar, como defiende Hessel, por la «insurrección pacífica». Razones para rebelarse sobran por doquier y son inherentes al desarrollo y avance del neoliberalismo actual. Según el resistente francés, el problema es reconocer esas razones, distinguirlas en un mundo mediatizado donde la «amnesia generalizada» lo impregna todo. En Euskal Herria, poseemos un importante y terrible acopio de razones diarias para indignarnos. Son tantas y tan profundas que establecer prioridades para la indignación resulta difícil cuando no imposible. Ya estamos en primavera, caminamos hacia el verano y, en mayo, con las elecciones, haremos un alto en el trabajo político. En junio nos entrará el gusanillo festivo y otoño llegará sin darnos cuenta. Entonces tal vez se vuelva a hablar de indignación y compromiso. Ayer, la muerte a los 55 años del preso político Mikel Ibañez, enfermo de cáncer, entregado, detenido, excarcelado y de nuevo encarcelado a capricho de la Guardia Civil, de Instituciones Penitenciarias y de los tribunales españoles, es un motivo de enfado de los que Hessel califica como «insoportables»; de los que obligan al compromiso de romper la indiferencia y activar la rebeldía contra una política penitenciaria injusta y asesina que no sabe de veranos, primaveras ni otoños.