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«`Arriya' incluye multitud de trampas y estéticas cinematográficas»

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Alberto Gorritiberea

Director de cine

Cursados sus estudios en Madrid, Alberto J. Gorritiberea (Gasteiz, 1970) trabajó en diversos frentes audiovisuales y dirigió el cortometraje «Vegetal», seleccionado en varios festivales internacionales. Después rodó el documental dedicado a Jorge Oteiza «1908-2008 y sigo» y es co-autor junto al geólogo Asier Hilario de «Flysh, Haitzen Hitza». Su debut en el largometraje fue «Eutsi!» (2007). «Arriya» es su segundo filme.

Koldo LANDALUZE | ZUMAIA

Una piedra es arrastrada por un caballo en la plaza de Zestoa. Se desata un conflicto en el que el individuo debe hacer frente a las tradiciones. En una pequeña localidad fronteriza, tres familias están envueltas en una apuesta y tres jóvenes amantes se ven incapaces de nadar a contracorriente. Estos son algunos de los mimbres dramáticos de «Arriya», película con la que Alberto J. Gorritiberea ha cosechado cinco premios -Actriz (Begoña Maestre), Vestuario (Saioa Lara), Premio Asecan, Banda Sonora (Bingen Mendizabal) y Fotografía (Gaizka Bourgeaud)- en la última edición del Festival de Málaga. Iban Garate, Begoña Maestre y Sara Casasnovas conforman el trío protagonista de esta película rodada en su mayor parte en euskara.

¿Cuándo se gestó este proyecto?

Hace casi una década. Por entonces estaba en Madrid, recién terminados los estudios de dirección cinematográfica y me encontraba trabajando como gestor cultural y haciendo algunos trabajos publicitarios. «Arriya» nació desde una soledad no elegida. Sufrí Madrid y animado por la nostalgia, regresé mediante la imaginación a Euskal Herria para contar esta historia. Quería trasladar una mirada, mis sentimientos, e intentar despertar con ellos el interés de otras personas que, es en definitiva la labor que me corresponde como cineasta. El proyecto, en sí mismo, es como la piedra a la que alude la película y que siempre me ha acompañado durante todo este tiempo. Hace cinco o seis años estuvo a punto de hacerse con otra productora, pero el proyecto se vino abajo. A nivel personal, arrastrar esta `piedra', esta apuesta personal, me llegó a hacer cuestionarme mi abandono del cine. Ha supuesto algo muy importante.

Aquel primer esbozo que permaneció en un cajón, ¿cuántas veces varió su rumbo?

Ni una sola vez. La idea, lo que subyace en ella, estaba esbozada en aquellos tres folios que escribí en uno de esos populosos bares madrileños que te sirven churros y cafés que siempre se desbordan en cuanto metes la cucharilla. Con posterioridad hubo muchas revisiones y decidí amplificar las posibilidades de la trama con intención de dirigirla hacia a un público mucho más variado. Mientras avanzaba en su gestación, perdí muchos de esos lógicos miedos que acompañan al hacedor de historias que imprime en ellas demasiadas cosas de sí mismo.

Mientras la historia se iba gestando, surgió la posibilidad de dirigir su primer largometraje, «Eutsi!».

Para mí supuso un paso muy importante. Yo siempre digo que fue un orgullo rodar este encargo y, a pesar de que no estaba de acuerdo con algunas cosas, creo que me ha aportado mucho porque disfruté y aprendí a desenvolverme en un marco preestablecido. Gracias a esta película he conocido a mucha gente, como por ejemplo Unai Iturriaga o Bingen Mendizabal quien me ha acompañado en cuatro proyectos. Saioa Lara -directora de vestuario de «Arriya»- también participó en aquella ópera prima en la dirección artística y cuando le dieron el premio en el festival de Málaga, sentí un abrazo muy sentido que nació hace cuatro años con «Eutsi!».

Un documental sobre Oteiza, otro dedicado al Flysh de Zumaia -»Flysh, Haitzen Hitza»- y ahora «Arriya». Su conexión con la piedra es más que evidente.

¡Absoluta! (ríe). Lo cierto es que no ha sido algo premeditado. El otro día alguien me escribió un e-mail que decía: «'Eutsi!', Oteiza, Flysh, `Arriya'... tiene sentido». Quizás lo tenga, no lo sé. Algún estudioso sobre este tipo de teorías a lo mejor tiene una explicación que dé sentido a esta conexión. Yo sólo sé que la piedra que se arrastró en la plaza de Zestoa era una turbidita y que incrustada en ella hay muchísimas historias fosilizadas y que cada granito de arena de calcita pertenece a una especie, a una vida. Lo cierto es que, sin saberlo, arrastramos muchísimas vidas por la plaza de Zestoa.

¿Qué nos encontramos en «Arriya»?

Sobre todo sugerencia. He utilizado muchísimas trampas y estéticas. Grabando algunas secuencias yo mismo me sorprendía al verme en la tesitura de estar ante una escena que se asemejaba a las de John Ford. En otras visualizaba a Michael Winterbottom. «Arriya» es una mirada honesta hacia unos individuos y unos puntos de inflexión resuelta mediante muchas trampas cinematográficas. Es una película muy enraizada en esta tierra. A pesar de ello, en Málaga he topado con un público que ha sentido como muy propia esta película y la han entendido a la perfección. Una de las apuestas más importantes que contiene la historia es que finaliza cuando, en realidad, está comenzado.

¿Topamos con elementos encriptados?

No lo creo. Hay una guía ortodoxa, clara, para guiar todas las trampas de guión que se encaminan hacia un final sabido. El trabajo de guión ha sido terrible, muy doloroso. Hemos trabajado con esta historia durante muchísimo tiempo. Lo que nos ocurría es que, cuando quitábamos la parte original, la más libre del guión y la que incluía las referencias más claras, la historia se caía. La propia historia nos exigía nuevas formas para solucionar los problemas que topábamos en su desarrollo. Esta postura conllevó muchos riesgos, pero me quedo con el resultado final. Sobre todo porque ataca frontalmente a esas ideas preconcebidas que existen dentro de un modelo de cine actual que dictamina los gustos, la estética y las directrices que deben seguir las producciones, digamos, «modernas».

¿Mientras elaboraba el guión tenía en mente los rostros de los personajes?

Iban Garate fue sido siempre mi primera opción. En un principio la actriz protagonista iba a ser María Borrego pero, justo cuando estábamos a punto de iniciar el proyecto, le llamé y me dijo que estaba embarazada. Siempre tuve el rostro de María en mi mente y fue un palo muy gordo no poder contar con ella. En un casting de Madrid di con Begoña Maestre y, en aquel mismo casting estaba Sara Casasnovas. Ese mismo día, Barbara Goenaga, que también estaba desde el inicio, me llamó para decirme que estaba embarazada. Fue un momento crítico porque tanto Begoña como Barbara son dos actrices excelentes. Por fortuna, la elección de Begoña y Sara ha sido todo un acierto. A Iñake Irastorza, Kandido Uranga, Ramon Agirre y Joseba Apaolaza siempre los he admirado y han permanecido conmigo desde el principio.

¿Qué le han aportado los cinco premios recibidos en Málaga?

Unas cuantas caricias y unos mimos que siempre vienen bien en esta profesión. Esta bien eso de que, de vez en cuando, alguien te muestre su cariño. Para la película es algo bueno por que se premia el resultado de un trabajo y eso quiere decir que alguien más ha respaldado tu esfuerzo. Sirven, además, para engrosar un curriculum que, espero, dé nuevos frutos. Durante los pases en el Festival de Málaga hubo personas de cadenas televisivas y distribuidoras comerciales que estaban encantadas con la película. Eso es muy bueno para la película y, por extensión, para mí porque los cineastas estamos actualmente mirados con lupa. Si tu primer o segundo trabajo no ha tenido cierto eco o no ha alcanzado ciertos números dictados por la nueva ley de cine, lo tienes muy difícil para llevar a cabo un nuevo filme. Por fortuna, esto se va a acabar muy pronto.

«Cuando leo algo sobre cine vasco, no paso del titular»

Muchos técnicos, cineastas e intérpretes vascos suspiran por abandonar Madrid y regresar a Euskal Herria. ¿Es posible o necesario soñar con una Industria propia?

Siempre que comienzo a leer un artículo relacionado con el cine vasco no paso del titular. Es muy complicado. Yo nací en Gasteiz, vivo en Zumaia y he estado en Madrid y me considero también parte de allí. Es cosa de las industrias crear nomenclaturas para cualquier tipo de arte. Yo no voy en contra de la Industria porque me sustenta. Ramon Agirre está ahora rodando con Michael Haneke que, creo, será una de las cosas que más ilusión le haya hecho como gran profesional que es. Las historias vascas van a seguir surgiendo e igual nos sorprendemos todos cuando, un buen día, venga alguien de fuera y de repente sea la suya la mejor mirada que se haya hecho sobre nosotros. Lo que si es cierto es que esta tierra ha dado muchos y muy buenos técnicos, actores, actrices, guionistas y cineastas. Desde una óptica global, desearía que la Industria fuese sólida tanto aquí como en Burgos y que se expandan las posibilidades, para que todos nosotros podamos trabajar. Tal vez se está haciendo un especial hincapié en la necesidad de crear una Industria propia y no nos estamos dando cuenta de que tenemos otras vías de conexión más cercanas y que a la larga pueden resultar muy provechosas, internet por ejemplo, que abren infinitas posibilidades para que un creador vasco pueda colaborar con otro que es de Honolulu.

Está claro que si debo afrontar un proyecto de las características de «Eutsi!», cuya base primordial es que debe ser en euskara para que tenga un aporta económico, la haré. Es parte del juego y hay que asumirlo. Yo siempre pelearé por tener la máxima libertad posible, pero asumiré los límites que todo creador padece. K. L.

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