bobadas alpinas
Yogui y Bubu
Kike DE PABLO Alpinista
Son tiempos duros en que la impunidad campa por sus respetos, el abuso sobre los débiles se impone y la sangre corre a raudales, más o menos como siempre, y si se habla del siglo XX como del más mortífero de la historia, espérate a ver este que viene.
Que ya lo expresa un viejo dicho pashtun, en la imposible frontera de Pakistan y Afgahnistan: «Yo contra mi hermano, mi hermano y yo contra nuestro padre, nuestro padre y nosotros contra nuestra tribu, nuestra tribu contra el mundo».
Así que, a falta de otras acciones más drásticas, lo apropiado es refugiarse en la vida boba y dedicarse a los ositos de peluche, tradicionalmente un símbolo del sentimentalismo tontorrón. No hay más que fijarse en la habitación de la bailarina de “El Cisne Negro” en su aspecto blanco.
Aunque esto de los osos está muy bien mientras sean de peluche, o crías de panda acunados por la reina Sofia en las revistas de las vísceras, pero no les digas nada a los agricultores y ganaderos del Pirineo francés enfrascados en una guerra a muerte con ecologistas y Administración a cuenta de los osos eslovenos que han soltado por allí.
En una aduana ruso-ucraniana la policia detiene a un sujeto que llevaba en el asiento trasero de su Renault Kangoo un oso tapado por una manta, y es que, siendo él antiguo currela de circo –decía–, el oso era como de la familia, y siempre viajaba en su compañía.
Echémosle la culpa al oso Yogui, aunque los que verdaderamente se llevan la merienda sean otros, los de siempre, los que todos conocemos.