José Luis Herrero y Antton Azkargorta | Profesores des de la UPV
El proceso a Joseph K y los despedidos de la UPV
Acaban de cumplirse 19 años de nuestro despido y los profesores de la UPV nos encontramos en una situación que podemos calificar perfectamente de kafkiana. Tras estos largos años las autoridades académicas se niegan a negociar un acuerdo que nos permita la digna reincorporación a nuestros puestos de trabajo. Y ello a pesar de que el profesorado propio -principal objeto de nuestra lucha- lleva ya años implantado.
En la conocida obra de Kafka «El Proceso», el protagonista, Joseph K, vive obsesionado por la acusación de un delito que él mismo desconoce. De la misma forma, sentimos que se nos quiere responsabilizar de algún crimen cuya naturaleza ignoramos. Como en la citada novela, se nos empuja a introducirnos en un laberíntico proceso donde se nos ocultan el hecho cometido y las pruebas de cargo. Un proceso donde fiscales y jueces son elementos difusos y abstractos. Como dice la señora Grubach, la casera de Joseph K, en la novela: «...hay algo complejo en esto que no entiendo, pero que tampoco se debe entender».
En la sinuosa y compleja trayectoria que seguimos para intentar desentrañar el misterio nos ayudan de manera desinteresada personas que hacen de «abogados» e interrogan a los mandatarios universitarios sobre nuestro «caso». En una ocasión, un profesor amigo solicitó de un antiguo rector una explicación al respecto y su respuesta fue, también, kafkiana: «Tu pregunta es políticamente incorrecta». En otro momento, otro docente se dirigió a un vicerrector pidiéndole información sobre la cuestión. La respuesta, en síntesis, vino a ser la siguiente: «Estoy harto del asunto». Así mismo, las interminables gestiones realizadas en las más diversas instancias por nuestra Comisión de Apoyo tampoco consiguen desentrañar los hilos de este complicado proceso.
Análogamente a lo vivido por el ciudadano K de la novela de Kafka, los despedidos intentamos aproximarnos al mundo institucional para comprobar el discurrir de nuestro particular proceso. Cierto cargo universitario nos aseguró que, según rumores provenientes de determinados círculos el actual rector, «no quería saber nada de nosotros». Además, por lo visto, el murmullo más extendido en los pasillos universitarios insistía en la opinión de que «habíamos tenido nuestra oportunidad» y la habíamos perdido. Pero ninguna persona a la que inquirimos nos da explicaciones sobre esa recurrente y nada explícita oportunidad. Por último, al solicitar a un responsable universitario una mayor concreción sobre las causas de nuestro veto, nos prometió que se interesaría por averiguar dónde se encontraba la clave explicativa.
Entre tanto, continuamos nuestro particular proceso investigador y topamos en nuestra ininterrumpida búsqueda con relevantes personalidades del complejo mundo universitario que nos ofrecen diferentes versiones. Las hay para elegir: «El obstáculo se encuentra en el propio rectorado», opinan unos. No, «la dificultades provienen del ámbito político. Se os ha aplicado la `tolerancia cero', es decir `la intolerancia total'», nos intentan convencer otros. Un tercero nos señala con gesto misterioso un punto en el horizonte: «Viene todo de más arriba». ¿De más arriba? ¿Quizá de la cabeza del Gobierno y el Estado? ¿Del Vaticano? Luchamos con denuedo para que la creciente angustia del ciudadano K no nos invada y paralice.
Cerca de sesenta firmas han avalado una petición de profesores de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación para que el Rectorado negocie con nosotros. ¿Respuesta? Silencio. Parecida iniciativa han seguido otros centros que en sus Juntas han aprobado dicha iniciativa. ¿Respuesta? Silencio. Un muro de silencio y rumores rodea nuestro «proceso». Mucho nos tememos, ante lo visto y oído, que nos enfrentamos a un enorme y tenebroso monstruo administrativo y no a lo que pensamos debería ser una universidad: lugar ejemplar de transparencia y debate enriquecedor de ideas y proyectos.
A estas alturas del proceso, confiamos en no acabar como Joseph K en la novela.
PD.- Quien quiera contribuir a sostener económicamente nuestra lucha puede ponerse en contacto con jon.azkargorta@ehu.es.