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Crónica | Huelga de hambre en Catelsa

Sin comer en protesta por los contratos de «usar y tirar»

Catelsa es una empresa dedicada a la producción de piezas de caucho para vehículos, ubicada en el polígono Lintzirin de Oiartzun (Gipuzkoa). Su plantilla se ha hartado de la política de contratación llevada a cabo durante la última década y algunos trabajadores han optado por la huelga de hambre como forma de protesta.

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Imanol INTZIARTE

A la puerta de la fábrica, al pie de la N-I, trabajadores, miembros de comité y representantes sindicales se ven obligados a forzar la voz para hacerse oír por encima del ruido del tráfico. Coches, autobuses y camiones circulan uno tras otro. Quizá muchos porten elementos fabricados por esos operarios.

La plantilla de Catelsa está compuesta por 85 personas, 66 de ellas a pie de máquina y el resto en administración. Se da la circunstancia de que, desde el año 2000, se han firmado 208 contratos. ¿Dónde está toda esa gente? La respuesta se esconde en una cifra, 90%.

Es el porcentaje de contratos temporales suscritos, bien de relevo, bien eventuales... Prácticamente todos «los de abajo», la parte productiva. A la parte «de arriba», administración, corresponden los contratos fijos. «Nos dicen que es la política de la multinacional», explicaron en la comparecencia.

Catelsa pertenece a Hutchinson Worldwide, un gigante mundial del caucho nacido en el Estado francés en 1853. En la actualidad cuenta con más de 27.000 empleados, repartidos por todo el globo en 117 filiales. A su vez, Hutchinson Worldwide está integrada en la petrolera Total, la mayor empresa francesa en cifra de negocio.

De las 66 personas en taller, son 14 las afectadas por esta política laboral que los trabajadores definen como «la rueda maldita». Ese 20% lleva ocho, diez e incluso hasta doce años trabajando en Catelsa, siempre con contratos temporales.

«Los jóvenes», como les llaman sus compañeros, rondan ya los cuarenta años y no tienen ningún tipo de seguridad, lo que «crea una situación de provisionalidad permanente en la vida laboral, así como en la vida social, familiar...».

Cuando finaliza cada contrato quedan a la espera de una nueva llamada. Pero ya se han cansado de ser mano de obra «de usar y tirar», y han optado por no irse callados a su casa, a rumiar las «bondades» de la «flexibilidad».

Ayer, dos de estos trabajadores a los que se les ha acabado su contrato de relevo iniciaron una huelga de hambre indefinida a la puerta de la empresa, donde permanecerán las veinticuatro horas del día.

No estarán solos, ya que el presidente del comité, Francisco Javier Morcillo, realizará la misma forma de protesta dentro de las instalaciones. Y esperan contar, en tan dura iniciativa, con el apoyo de sus compañeros. Porque doce años son excesivos para un contrato «temporal».

 

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