Con el argumento de que doce años son excesivos para cualquier contrato temporal, y crean una situación de provisionalidad permanente en la vida laboral, social y familiar, los trabajadores de la empresa Catelsa han iniciado una huelga de hambre contra los contratos de «usar y tirar». Como en tantas empresas y centros de trabajo de Euskal Herria, y a diferencia de otros que amagan y nunca terminan por pasar a la acción, los trabajadores de la empresa ubicada en Oiartzun han llevado su protesta hasta unos límites que pueden dañar incluso su salud. En los tiempos que corren, duros y difíciles para la clase trabajadora, donde algunos pretenden instalar el fatalismo y la capitulación ante el expolio de conquistas sociales y el aumento vertiginoso de la carestía de vida, las protestas de los trabajadores que se multiplican aquí y allí a lo largo de la geografía del país son hechos alentadores y portadores de un mensaje de esperanza y de cambio. Van acumulando la fuerza y la tensión necesaria, hacen pedagogía y generan las condiciones sociales para que lo que hoy parece políticamente imposible -un cambio socioeconómico radical- pueda llegar a convertirse pronto en algo políticamente inevitable.