Oihana Llorente Periodista
Llegará el ansiado día, llegará
Es mejor no contar las horas. No contar los días, los meses, ni los años. Hay que plantar cara al paso del tiempo. No hacer ni una sola muesca en la pared. Ni siquiera una. Hay que mantener la cabeza fría. Y saber que no existe noche que no tenga fin. No existe condena sin término, ni tribunal que pueda arrebatar la dignidad de un pueblo como el nuestro.
Jose Mari Sagardui, «Gatza», ha permanecido impasible cerca de 31 años. Resistiendo al frío invernal y al calor abrumador. Resistiendo al vacío y al silencio del limitado espacio con el que ha convivido demasiado tiempo. Resistiendo al chantaje, al aislamiento o la humillación ejercida por carceleros que sólo buscan su aniquilación como militante político, y como persona. «Gatza» ha resistido el paso de más de 10.000 noches, y supo que llegaron 10.000 amaneceres gracias a los rayos que se colaron por los barrotes de su celda. Ha resistido entre cuatro paredes más que mi vida entera.
Y sonríe, aunque parezca imposible. Sonrió al cruzar el umbral que lo separaba de la ansiada libertad, petate al hombro y puño en alto. Y sonrió cuando abrazó a sus padres, que se han convertido en Euskal Herria en reflejo de la dignidad. No hay odio ni rencor en su voz. Sólo gratitud. Sus primeras palabras sirvieron de agradecimiento a la entrega de sus familiares y allegados. Y con tanta serenidad como firmeza demandó la amnistía para el resto de compañeros y compañeras que dejaba ayer atrás. Más de siete centenares.
Han pasado muchos años desde que la Policía española le arrebató los mejores años de su vida a aquel zornotzarra de 22 años. Y muy duros. Pero no es aún tiempo de hacer balance y recuento. Llegará ese día. Ese día en el que todas las Goiztiris de Euskal Herria puedan correr a los brazos de sus aitas y amas. Ese día en el que la cárcel, el destierro o el sufrimiento sean palabras del pasado. Llegará el día de la amnistía.
Llegará y tiene que ser pronto. Pero no lo hará sin más. Requiere compromiso y esfuerzo. «Gatza» ha dedicado toda su vida a ese objetivo. Al resto no se nos pide tanto.