Maite SOROA | msoroa@gara.net
La propuesta de otro «etólogo»
Cuando servidora se topa en la página tercera de «ABC» con un artículo firmado por Rogelio Alonso y titulado «ETA, Batasuna y Sortu» la cosa promete.
El especialista en etología empieza sentando las bases de su propuesta final: «las democracias no deben renunciar a aplicar todos los recursos posibles dentro de la legalidad al enfrentarse a amenazas que explotan los límites que el marco legal impone». Y si los límites de la legalidad no son suficientes, se aplica el principio de elasticidad. Eso ya lo hemos visto en estos pagos.
A Alonso le molesta sobremanera el voto discrepantes de siete magistrados del Supremo en la sentencia contra Sortu y advierte que «otorgan excesiva relevancia a meras declaraciones como las contenidas en los estatutos de Sortu». Y, ¿dónde pretende Alonso que se exprese ese partido si no es en sus estatutos? ¿En el púlpito de la catedral de La Almudena?
Según el «especialista» «el innegable vínculo entre ETA y Sortu (...) invita a plantear si la disolución de ETA no debe ser la condición necesaria para legalizar otro proyecto heredero de Batasuna». El tío parte de una premisa que se la saca de la manga: «el innegable vínculo entre ETA y Sortu».
Y a partir de una premisa no demostrada, el etólogo construye una tesis y propone una decisión: «En consecuencia, teniendo en cuenta la prolongada historia de terror compartida por ETA y su brazo político, parece razonable condicionar su legalización a la disolución de ETA. Se evitaría así la instrumentalización de quienes comparten una estrategia terrorista aunque difieran en algunas de sus tácticas, pues Batasuna insiste en rentabilizar la presencia intimidadora de ETA al supeditar el final de la violencia a la satisfacción de sus exigencias, como muestran los documentos etarras. Cuando la simbiosis entre el brazo político y el militar del movimiento terrorista ha quedado probada, a pesar de ciertas discrepancias sobre algunas consideraciones tácticas coyunturales, es lógico reclamar que la vuelta a las instituciones que tanto ansían los representantes políticos de la banda tenga un precio al que la democracia no debe renunciar: la desaparición de ETA». Lo que quiere, en realidad, es la renuncia abertzale. No se engañen.