CRíTICA cine

«Furia ciega»

Mikel INSAUSTI

El cine, como todo en la vida, es bueno o malo, y eso vale tanto para las grandes producciones como para las de bajo presupuesto. No todo lo que se rueda con la etiqueta de serie B, la cual hoy en día resulta bastante falsa, es defendible por principio como pretenden algunos talibanes de la caspa. No faltarán quienes digan que “Furia ciega” es tan penosa que acaba siendo disfrutable, pero no comparto actitudes que confunden el puro masoquismo con la cinefilia de pro. Si esta cosa en 3D del temible Patrick Lussier, el mismo del remake de “San Valentín sangriento”, quiere ser un homenaje al cine de doble sesión denominado «grindhouse», llega un poco tarde. Se le adelantó un tal Tarantino con la genial “Death Proof”, película emblemática que capta diabólicamente el espíritu de los thrillers de acción sobre ruedas de los años 70. No podía estar más a mano el ejemplo perfecto para distinguir entre lo que es un entretenimiento genuinamente «pulp» y lo que no lo es de ninguna de las maneras.

Sí, sí, “Furia ciega” cuenta con una completa colección de coches deportivos de época, entre los que destaca un Dodge Charger del 69 y el fantástico Chevy del 57 con el que el protagonista regresa finalmente al averno del que ha salido. Y ahí es, precisamente, donde reside el problema, en la identidad de dicho conductor infernal. Llueve sobre mojado, porque Nicolas Cage tocó fondo dentro de su caótica carrera artística con la imperdonable caracterización de “El motorista fantasma”, y ya son ganas de volver a las andadas para ponerse de nuevo al volante de un vehículo maldito. Debe ser que cree que en este tipo de subproductos incendiarios su imposible cabellera pasa más desapercibida, por aquello de que los cuatro alargados pelos que le quedan parecen estar chamuscados. No se da cuenta de que al único que logra imitar con tanta violencia vengativa y tanta justicia sobrehumana es a Charles Bronson, haciendo que “Furia ciega” recuerde mucho a las inmundas producciones de Cannon Group.