Las elecciones legislativas en Finlandia confirmaron el espectacular ascenso del partido neopopulista Verdaderos Finlandeses, que a medida que avanzaba el recuento llegó por momentos incluso a acariciar la primera posición en votos quintuplicando los obtenidos en los comicios de 2007 (4%).

Todo el resto del arco parlamentario perdía diputados tras una campaña en la que los temas estrella de los Verdaderos Finlandeses, sobre todo el descrédito de la clase política, el recelo hacia la política económica de la UE y, en menor medida, la inmigración, han estado en el centro del debate.

Con el 96,7% escrutado, los conservadores del actual ministro de Economía, Jyrki Katainen, quien se perfilaba como candidato probable a la jefatura del Gobierno, lograron el 19,9% de los votos y 43 de los 200 escaños del Eduskunta (Parlamento finlandés), uno más que el Partido Socialdemócrata, que recibió el 19,2% de los sufragios. Los neopopulistas liderados por Timo Soini quedaron finalmente en el tercer lugar con el 19,1% y 39 diputados, ocho veces más que en las elecciones de 2007.

Se trata del mayor avance de un partido político en la historia de Finlandia.

El gran perdedor era el socio de los conservadores, el Partido de Centro (KESK), de la primera ministra Mari Kiviniemi. Los escándalos de financiación irregular, que llevaron a la dimisión el año pasado de su antecesor en el cargo y en la presidencia del partido, Matti Vanhanen, le habrían pasado una importante factura. Su formación caía del primer al cuarto puesto en preferencias de los votantes con un escueto 15,9% de los sufragios, retrocedió siete puntos y logró 35 escaños, 17 menos que en las anteriores elecciones.

También los socialdemócratas, sin olvidar a la izquierda, se han mostrado críticos con los planes de rescate de la UE, aunque por motivos ideológicos, lejos de la apelación a antiguos agravios y al bolsillo de los ciudadanos, que ha sido el leif motiv de los neopopulistas.

Tras un recuento de infarto, en el que se disputaban apenas unas décimas, lo que está fuera de duda es el auge del voto xenófobo y neopopulista en Finlandia, en la línea de la tendencia observada recientemente en Suecia. Un voto que ha sabido capitalizar el malestar de la población en el marco de la actual crisis global.