Indignaos!», «Reacciona»... Parece que la debacle financiera vuelve a poner de moda el panfleto, y los libritos con títulos breves e imperativos nos gritan desde los escaparates de las librerías. Los que ahora llegan a los escaparates -a buenas horas- pertenecen a potentes grupos editoriales a la caza del superventas; es a estas alturas de la película que parecen enterarse de la urgencia de abrir los ojos ante las tropelías del descontrolado capital y arrearle un sonoro corte de mangas. Menos mal que hay editoriales que llevan años editando textos cuya lectura nos ha dado instrumentos para desentrañar los mecanismos con los que el poder nos aprisiona; textos llenos de potencia subversiva y poética. Y que jamás de los jamases serán superventas. Me refiero a editoriales como Virus o Pepitas de Calabaza, cuyos combativos catálogos están llenos de ideas y de posibilidades para el presente, para construir otro presente.
Me sorprende observar cómo en este cada vez más virtual y teledirigido mundo, disciplinas tan libérrimas como la poesía o el teatro parecen vivir un momento dulce. Hace poco en Bilbo la actriz Ana Belén y la pianista Rosa Torres-Pardo mostraron su espectáculo «Música callada. La vida rima», en el que se proponía un diálogo entre música y poesía, Chopin y Alberti, Mozart y Juan de la Cruz... Y en Gasteiz nos pudimos sorprender con un teatral acercamiento a la poesía del romanticismo hispano; Blanca Portillo o José Coronado protagonizaron «Paseo Romántico»: Becquer o Espronceda sonando como nuevos. Y en Barcelona causa sensación el espectáculo «Prostíbulo poético», un grupo de jóvenes poetas que abren en cualquier local su metafórico y cabaretero burdel buscando seducir a los clientes con sus provocativos poemas.
