Cumplida, desde el primero al último día, su condena, Antton Troitiño fue excarcelado por orden de la Audiencia Nacional. Y los peones del estado tocaron a rebato. La independencia judicial palideció, los magistrados se reunieron de urgencia y en cuestión de horas el ex preso era sujeto de una orden de búsqueda y captura. Lo buscan y rebuscan mientras, entre ellos mismos, se acusan, reprochan, y querellan. Ellos son la Ley y ese es su juego. Sucio, sí; sorprendente, no. Sorprendentes son las declaraciones de Patxi Zabaleta al pedir a Troitiño que se entregue para así dejar en evidencia la inconsistencia de la AN, lo ridiculo de todo esto y... dar credibilidad al cese de la lucha armada. Me cuesta mucho creer que si tras estos hechos es hora de exigir credibilidad, sea a la lucha armada a la que haya que dirigirse. Pero más me cuesta creer que alguien pueda pensar que es el ex preso quien debe evidenciar la inconsistencia jurisdiccional de la AN. ¿Qué hará luego Antton Troitiño con tal evidencia? ¿Qué hará usted Sr. Zabaleta? Y a todos los demás, ¿qué nos estará permitido hacer? Algo se escapa: o a mí el alcance de su análisis, o a usted, el verdadero alcance de sus palabras. Porque lo que pide es que pese a tener cumplida su condena, Antton y sus familiares sigan jugándose la cordura en aislamiento y la vida en la carretera. Pide que se sometan durante años a una política penitenciaria cruel, a una poderosa máquina destructiva y a un instrumento para el afán de venganza; a una política penitenciaria que es cualquier cosa, Sr. Zabaleta, menos ridícula. ¿De verdad no lo ve demencial?