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Raimundo Fitero

Objetividad

Vale, de acuerdo, no existe la objetividad. Ni la subjetividad. Ni la bondad. Solamente existe la verdad que es cambiante según quién la imponga. Ana Pastor se está haciendo un hueco en el altar televisivo matutino por ser una conductora de programa y entrevistadora que no admite ser manoseada, ni vilipendiada por su interlocutores políticos. Lo hace en TVE, y acostumbra a engancharse con bastante facilidad con las damas del PP, Esperanza Aguirre y María Dolores de Cospedal, entre las más destacadas, aunque también ha tenido sus roces con políticos de otras siglas políticas. La última, ayer mismo, sobre la libertad en TVE. Sobre la objetividad, sobre lo que debe ser una televisión pública. Un debate inútil. Un no debate. Un enfrentamiento entre la ingenuidad y el cinismo. Entre el debe ser y el puede ser.

La manipulación en las televisiones públicas forma parte de su propia esencia. Otra cosa es la graduación de esa manipulación, el nivel de partidismo que se emplee. Y, sí, lo digo sin que se me quiebre la voz, ni cruce los dedos, en TVE, ahora, en algunos de sus espacios informativos, existe bastante más apertura y buscan la equidistancia de manera metodológica. Lo que pasa es que ese terreno de juego está muy marcado, solamente entran PP, PSOE y los subalternos, PNV, CiU, siempre como suplentes, pero han desparecido IU y cualquier otro partido o negocio personal que inquiete a ese ecosistema tan putrefacto del bipartidismo que se reparte las obras.

Ahí es donde Pastor debe callar. Ella forma parte del sistema, al que apoya y mantiene con soltura y calidad. No se trata de ver quién es menos manipulador, sino de saber qué entiende ella misma por libertad. Indudablemente con el PP llegarán todos los monstruos, todas las censuras, todas las corrupciones multiplicadas por diez. Miren sus televisiones autonómicas y las de cuota en TDT para ver la que nos puede venir. Esos agresivos y obsesivos anti todo, se están entrenando para copar los medios de comunicación estatales. Misa diaria, desfiles de la Legión y tertulianos con capirote, en su opción más centrista. El programa oculto lo saben solamente en las saunas.

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