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La frontera que separa México y Guatemala, una línea invisible que despierta el temor de Washington

Con el equivalente a cincuenta céntimos de euro y sin ningún documento oficial se puede cruzar sin problemas la frontera entre México y Guatemala, que Washington observa con creciente preocupación por el tráfico de drogas e indocumentados y el temor a la «infiltración terrorista».

Guillermo BARROS France Press

En un día cualquiera, el contrabando es frenético en el llamado Paso Limón, uno de los cruces clandestinos más occidentales de la frontera, que une a Ciudad Hidalgo (Chiapas, México) y Tecún Umán (Guatemala) a través del río Suchiate. Del lado mexicano hombres, mujeres y niños cargan comida, papel higiénico, ropa y otros productos de primera necesidad en unas balsas hechas con dos neumáticos de tractor, que les conducen al otro lado del río a cambio de 10 pesos mexicanos (0,59 euros).

Explican que todo este material es más barato en México que en Guatemala, donde su venta llegará hasta la capital, a 355 km de distancia.

De Centroamérica llegan verduras, flores y decenas de inmigrantes diarios con dirección a Estados Unidos.

Desde Paso Limón se alcanza a ver otro cruce ilegal por el que se trafica combustible desde México a su vecino. Pocos kilómetros más allá hay una zona conocida como Las Plataneras, que pocos se atreven a pisar.

«Por ahí pasan drogas, armas, de todo. La semana pasada hubo un pleito allí y en la balacera murieron tres hombres», asegura Nelson Ruiz, uno de los balseros, al hablar con AFP durante un descanso.

Con el Gobierno mexicano concentrado su guerra contra el narcotráfico en el norte, a Estados Unidos también le alarman los puntos negros del sur.

A finales de 2010, Wikileaks filtró una serie de cables de diplomáticos destinados en México y Guatemala que sostienen que ninguno de estos dos países trabaja «seriamente» para mantener el orden de una frontera que ven controlada por narcotraficantes.

Vigilancia dispar

Si 30.000 agentes estadounidenses vigilan los alrededor de 3.200 kilómetros que limitan Estados Unidos con México, expone el citado documento, tan solo 125 oficiales mexicanos controlan los 950 km de la frontera con Guatemala.

Desde Washington, las llamadas de atención sobre esta zona se han sucedido en las últimas semanas.

El Departamento de Estado informó de que hasta un 80% del narcotráfico que llega a Estados Unidos pasa por Centroamérica, mientras que el director de Inteligencia Nacional, James Clapper, advirtió de una posible «penetración de terroristas» por la porosa frontera Guatemala-México.

Pero a Centroamérica, considerada una de las regiones más violentas del mundo, también llega el dinero y las actividades criminales de los cárteles.

Según el Gobierno guatemalteco, el cártel mexicano Los Zetas ya controla una vasta zona del norte de su país donde hubo que imponer el estado de sitio en diciembre.

En el cruce clandestino del Suchiate no se avistan autoridades, pero el balsero Ruiz aclara que tras la aparente anarquía subsisten ciertas normas y abusos.

«Cada día vienen soldados. No nos dicen nada por llevar todo esto a Guatemala pero no permiten que traigamos nada de allí. Esos militares a veces nos quitan cosas», explica el balsero o camarero, como se les llama en esta frontera.

La situación empeora cuando son policías los que se presentan, afirma Ruiz. «Llegan de noche, vestidos de civil, y nos dicen que lo que hacemos es ilegal y nos exigen hasta 3.000 pesos» (unos 175 euros).

«Y tienen razón», admite, «nosotros nos lo tomamos como si fuera el pago de impuestos. Sólo que con este sistema te arriesgas a que te lo quiten todo», precisa.

Por las regiones del sur de México no se pasean impunemente camionetas con adhesivos de los cárteles ni se desatan las balaceras que han dejado miles de muertos en el norte del país. Lo que inquieta de esta frontera es lo que no se ve.

 
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