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Crónica | Ataque al Puerto de Misrata

Gadafi ataca cuando la OIM trataba de evacuar a los inmigrantes aislados

Las tropas leales al coronel Muamar Gadafi lanzaron ayer un intenso ataque sobre el puerto de Misrata, precisamente el mismo día que estaba anunciada la llegada de un barco de la Orga- nización Internacional de Migraciones (OIM) que trataba de evacuar a los cientos de inmigrantes que todavía permanecen en la localidad rebelde.

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Alberto PRADILLA

«Están atacando el puerto». El aviso llegó a gritos, de forma imprevista, en el acceso del puerto principal de Misrata. Alrededor de las 13.00, decenas de personas se concentraban en las inmediaciones del embarcadero, que constituye la única vía de comunicación con el exterior de la localidad rebelde.

En un instante se sucedieron varias explosiones, que se acercaban progresivamente al muelle de carga. Pocos segundos después, entre 10 y 15 proyectiles estallaron alrededor de la puerta que conduce al muelle, convertida en un enorme caos, con varios vehículos tratando de ponerse a salvo.

Durante el ataque murió un refugiado nigeriano, procedente de un campo ubicado junto al embarcadero, mientras que un número indeterminado de personas resultaron heridas. Además, un autobús en el que viajaban ocho periodistas estuvo a punto de ser alcanzado por uno de los morteros, que impactó contra un contenedor a diez metros de distancia.

Única vía de comunicación

Después de una noche sospechosamente tranquila, en la que no se escucharon bombardeos, en Misrata se sucedían los rumores sobre un posible recrudecimiento de los ataques. Los enfrentamientos cuerpo a cuerpo, concentrados hasta el domingo en torno a la calle Trípoli, se han desplazado al exterior de la localidad. Eso ha dejado vía libre para la artillería de Gadafi.

De todos modos, no parece casual que los lealistas escogiesen el puerto como principal objetivo militar de la jornada. El muelle constituye la única vía de comunicación con el exterior para la ciudad rebelde, que por tierra se encuentra completamente rodeada por los uniformados gadafistas. Al parecer, las tropas leales al régimen lanzaron la ofensiva con el objetivo de tomar posiciones sobre el embarcadero, tratando de cortar la llegada de suministros desde Bengasi. No obstante, sobre las 18.00, aviones de la OTAN bombardearon las inmediaciones del puerto, que fue declarado zona «no segura».

La ofensiva de las tropas leales a Muamar Gadafi sorprendió a los trabajadores del puerto en el momento en el que estaba prevista la llegada de un barco de la Organización Internacional de Migraciones (OIM) que pretendía evacuar a cientos de inmigrantes que permanecen aislados en la ciudad rebelde desde hace dos meses.

La embarcación, un ferry que realiza el trayecto Misrata-Bengasi cada dos días, fue advertida por la OTAN del inicio del ataque y permaneció atracada en alta mar a la espera de que la zona fuese asegurada.

A apenas un kilómetro del embarcadero, decenas de subsaharianos, cargados con todas sus pertenencias, esperaban para ser transportados a Bengasi. El inicio del ataque los dejó a merced de las bombas.

Desde el inicio de la revuelta libia, degenerada ahora en guerra civil, miles de trabajadores procedentes de países como Ghana, Mali o Bangladesh han huido de la zona. Pero otros muchos se han quedado aislados en Misrata.

Como Abdul Hali y Moshed, dos bengalíes que clamaban ayer para poder volver a casa. Han trabajado durante dos años para una empresa china que construía un complejo urbanístico de 5.000 viviendas a las afueras de Misrata.

Atrapados

Desde que comenzó la guerra se han refugiado en el gimnasio de la localidad, que acoge también a la prensa. «Queremos volver a Bangladesh, pero no sabemos cómo», se lamentaba Abdul Hali. Nadie se había tomado la molestia de explicarle que existen barcos habilitados para que los inmigrantes puedan llegar a un lugar seguro. «¿Existe un barco?», preguntaba, incrédulo, después de enterarse que podían haber abandonado Misrata hace días.

La lluvia de proyectiles sobre Misrata se ha intensificado durante los últimos tres días. «La gente tiene mucho miedo. Primero fueron las milicias y ahora, las bombas», denunció ayer Abdelaziz Omar, un vecino del municipio que se refugió en un cobertizo ubicado a dos kilómetros del puerto y donde se guardan los alimentos de emergencia que se entregan a las familias de Misrata.

 

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