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Se acumulan los síntomas de descomposición del frente afgano

El Gobierno de Kabul se ha visto obligado a anular su desfile militar anual un día después de que un piloto afgano infiltrado matara a ocho soldados de la OTAN. Todo ello en una semana que comenzó con la gran evasión de prisioneros de Kandahar, imposible sin cómplices en la cárcel y cuando ha comenzado a correr el reloj para que el Ejército afgano asuma completamente la seguridad en todo el país.

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GARA | KABUL

El Gobierno títere de Kabul se ha visto obligado a suspender el gran desfile militar anual previsto para hoy, con motivo del Día de los Mujahidines, que conmemora el derrocamiento del Gobierno comunista por la resistencia afgana en 1992, tres años después de la retirada de las tropas soviéticas.

El tradicional desfile fue restaurado el año pasado después de otra suspensión con motivo del intento de atentado registrado ese día en 2008 contra el presidente títere, Hamid Karzai.

El portavoz del Ministerio de Defensa, general Mohammad Zahir Azimi, justificó la medida «por razones de seguridad, y para evitar que gente indefensa sea amenazada».

Pero a nadie se le escapa que el anuncio fue realizado escasas horas después de que un tiroteo protagonizado por un piloto de aviación afgana se saldara con su muerte y la de ocho soldados de la OTAN y de un mercenario en el aeropuerto militar de Kabul. Tanto la misión de ocupación aliada (ISAF) como el Gobierno de Kabul aseguraron que el origen del tiroteo fue un altercado entre el piloto y los soldados extranjeros.

El suceso tuvo lugar a última hora de la mañana de ayer en el interior del centro de formación de la aviación afgana, centro gestionado por la OTAN y situado en un extremo del aeopuerto militar, aledaño al aeropuerto internacional, dos de los complejos más vigilados de la capital afgana.

Por contra, un portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid, reivindicó por SMS la acción y señaló que un kamikaze «empleado en la base llevó a cabo un ataque suicida que se llevó por delante a muchos soldados afganos y extranjeros».

El portavoz de la fuerza aérea afgana, coronel Mohammad Bahadur Raeeskhail, señaló que el autor del tiroteo era un piloto que había renunciado tras 20 años de servicio y que se reincorporó hace unos meses para trabajar en la Administración.

Infiltración y audacia

Este incidente es el último de una serie de ataques protagonizados por talibanes infiltrados o ataviados con uniformes del Ejército y de la Policía contra objetivos sensibles .

El pasado 18 de abril, un kamikaze con uniforme militar logró entrar en el ministerio de Defensa, otro de los centros más vigilados de Kabul. Mató a tres militares y llegó hasta la puerta del despacho del jefe del Estado Mayor antes de ser abatido, en una acción reivindicada por la guerrilla talibán.

A finales de noviembre, un guerrillero con uniforme de policía mató a seis soldados extranjeros en una sesión de entrenamiento en el este del país. Meses antes, en abril, un soldado afgano se hizo explotar en una base militar matando a cinco soldados de la OTAN.

El tiroteo de ayer es el más mortífero para las tropas ocupantes desde el derribo de un helicóptero que mató a nueve soldados estadounidenses el 21 de setiembre en el sur del país.

Siguiendo con los síntomas de verdadera desintegración del frente afgano, la gran evasión de más de 500 prisioneros talibanes de una prisión de Kandahar el pasado domingo ya había encendido todas las alarmas. El propio Gobierno títere admitió que los huidos contaron con ayuda desde el interior, habida cuenta de que el túnel no comunicaba con el exterior más que a una célula de la cárcel.

Las fuerzas ocupantes han insistido en los últimos días en minimizar el impacto de la fuga, reduciendo la cifra de comandantes talibanes que habrían logrado huir. Lo que no ha podido es ocultar su impacto simbólico en una población que apoya crecientemente a la rebelión tras diez años de ocupación y miseria en el país.

El «invicto» general Petraeus es llamado de vuelta a casa

El general David Petraeus, comandante de las fuerzas ocupantes en Afganistán, abandonará su misión y pasará a dirigir la CIA, según la filtración realizada por un responsable del Gobierno de EEUU publicada por varios medios de comunicación.

El general Petraeus fue aupado al cargo por unanimidad del Senado, que lo considera el artífice de la estrategia que habría aliviado la situación de las tropas estadounidenses en Irak. Sustituyó al general Stanley McChrystal, destituido hace apenas un año tras conceder a la revista «Rolling Stone» una entrevista en la que no ahorró las críticas a la Administración Obama por su gestión afgana.

Petraeus será sustituido por el general John Allen, actualmente segundo al mando del Centcom, el más alto comando del Ejército de EEUU.

Estos relevos forman parte de una remodelación en profundidad que Obama presentaría en verano, y que incluiría el nombramiento del actual director de la CIA, Leon Panetta, como jefe del Pentágono, en sustitución del republicano Robert Gates. Este último, nombrado por el ex presidente Bush en 2006, ha sido mantenido en el puesto por Obama aunque anunció en verano del año pasado su intención de dejar el cargo a lo largo de 2011.

Finalmente, el actual embajador de EEUU en Kabul, Karl Eikenberry, será sustituido por Ryan Crocker. Considerado también el artífice de la «iraquización» del conflicto, y buen conocedor del mundo árabe y musulmán, Crocker tendrá como tarea reducir las tensiones entre Washington y Kabul y preparar el repliegue de las tropas de Afganistán, que comenzará oficialmente a finales de año. GARA

OBAMA

La Casa Blanca hizo público el certificado de nacimiento del presidente (Hawai, bajo tutela de EEUU), en un intento de silenciar la campaña que insiste en que no es EEUU y sitúa su nacimiento en Kenia e incluso en algún país arabo-musulmán

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