Cada vez más en entredicho el cuidado tradicional de la persona mayor en el caserío
Las personas mayores residentes en caseríos aspiran a llegar al final de sus días en su hogar. Para ello, el trato a cargo de las mujeres de la familia juega un papel clave. Un análisis de un profesor de la UPV-EHU se pregunta hasta cuándo durará este modelo tradicional de cuidado.
Joseba VIVANCO | GASTEIZ
Merma del suelo agrícola, reducción del número de agricultores, la ruptura paulatina de la mujer joven con el mundo rural... son realidades que no ayudan en nada a la pervivencia de una enseña vasca tan tradicional como es el caserío. El profesor de Geografía de la UPV-EHU Juan Cruz Alberdi ha estudiado cómo esta realidad afronta el paso del tiempo y su última aportación ha sido para cuestionarse «hasta cuándo puede mantenerse la red familiar que asume el cuidado de sus ancianos» en estos enclaves rurales.
``Envejecimiento, caserío y atención social: la familia asume el cuidado del mayor'' es el título del artículo publicado en el último número de la revista Lurralde, editada por el Instituto Geográfico Vasco Andrés de Urdaneta. En él, su autor asume que el anciano del caserío vasco, a diferencia incluso del del medio urbano rural, cuenta con el apoyo familiar para su cuidado, «cumpliendo éste su deseo de residir en casa hasta el final de su vida». Ese `lujo' sin embargo, se antoja incierto.
Las mujeres están al cuidado
La prolongación de la actividad más allá de la edad de jubilación, su tendencia cultural a no consumir y ahorrar, la dependencia funcional de los hombres respecto a las labores de casa o el rechazo frontal a dejar la residencia familiar, son atributos que caracterizan a las personas de más edad en los caseríos. Pero la realidad es que esa posibilidad de que el anciano viva en su vivienda familiar hasta el final de sus días se apoya en la asunción -poco reconocida dicho sea de paso- por parte de las mujeres de esta labor.
«Es una función a menudo criticada por ellas, pero que sorprende por su carácter generalizado y sobre todo por el rechazo de otro tipo de servicios por parte de las cuidadoras, asumiendo las demandas de los mayores», aprecia Alberdi. «Son éstas las que rechazan opciones, como el centro de día, que bien podía descargarles de un trabajo que en algunos casos es constante», añade. La red de apoyo familiar vuelve a ser clave.
Problemas a futuro
Pero Alberdi observa que la «cuestión a solventar» es la de saber hasta cuándo podrá sostenerse esta situación y el anciano `resistir' en su caserío. «En principio -opina el autor- su continuidad parece quedar en entredicho».
El investigador aprecia dos motivos para temer por ello: «Por un lado, porque en este momento no es una labor que las mujeres de la familia asuman con interés sino como un papel impuesto, y las quejas comienzan a arreciar». Por otro, «porque la población, también la que habita en el caserío, cada vez es más urbana y asume la individualidad que caracteriza a este tipo de sociedades, entre ellas la necesidad de acudir a los servicios de atención cuando una persona lo necesita».
Reticencia a servicios sociales
Sin embargo, se percibe una reticencia de los habitantes del caserío respecto a las prestaciones sociales, según recoge Alberdi en su estudio, y queda en evidencia en los comentarios que realizan éstos en las encuestas. Así, la principal preocupación del mayor «es continuar residiendo en su casa y, por ello, no solicita ningún tipo de ayuda hasta edades muy tardías. En caso de hacerlo, se dirigen a algún familiar, preferentemente a su hija o cuñada».
Otro aspecto es que temen el control de la administración. «Conocen la exigencia que para recibir ayuda son valoradas todas las rentas de los miembros de la familia que habitan en el caserío y no quieren someterse ni someterlos a ese control».
Por los únicos servicios por los que muestran interés son aquellos que les permiten residir en casa, especialmente el servicio de ayuda domiciliaria. Sin embargo, «aunque en principio son reacios a que un extraño entre en su vivienda, critican este servicio por los baremos tan bajos que se solicitan para recibir la prestación». Otras opciones, como es el centro de día, señala el autor, «no es bien visto por la mayoría puesto que lo consideran como un abandono por parte de la familia».
Este profesor de la UPV-EHU cree, como conclusión de su trabajo, que «todo indica que se ha de desarrollar un nuevo enfoque en materia de atención al mayor rural, en el que se impulsen acciones que incentiven el trabajo de las cuidadoras».
La investigación llevada a cabo ha tomado como referencia datos y encuestas realizadas en los municipios guipuzcoanos de Alegia, Aia, Errezil y el medio rural de Oiartzun.