Savia autóctona para el sueño del máximo entorchado continental
Itxako está a un paso de hacer historia para el balonmano femenino vasco y cuatro jugadoras autóctonas -Andrea Barnó, Patri Pinedo, Naiara Egozkue y Nerea Pena- van a aportar su granito de arena para que el sueño de levantar el máximo trofeo continental se haga realidad.
Natxo MATXIN
Tienen el valor añadido de conocer la casa como nadie y, en el caso de Andrea Barnó, de haber vivido en primera persona la meteórica progresión del equipo, desde sus modestos inicios hasta codearse con los mejores rivales europeos.
Son actrices principales y conocedoras en propias carnes de la dureza del trabajo diario, de los sinsabores de algunas dolorosas derrotas de las que han aprendido y del agradable regusto de los títulos hasta ahora conseguidos. Con la responsabilidad extra de servir de ejemplo para las siguientes generaciones de jóvenes promesas que ven en ellas el espejo sobre el que mirarse en un futuro no tan lejano.
Ahora, con la opción ganada a pulso de poder levantar el máximo trofeo continental, estas cuatro jugadoras vascas reconocen la valía de un esfuerzo bien encauzado durante estos pasados años. «Las sensaciones que tenemos, lo coordinadas que estamos tanto en ataque como en defensa, esto no es algo que sale de repente, es el fruto de las penurias por las que hemos pasado, las muchas horas de entrenamiento, la disputa de partidos que aportan gran experiencia, el ver un montón de videos... La evolución de nuestro juego no tiene nada que ver con los inicios», reconoce la central Andrea Barnó.
Sus compañeras, sentadas en torno a una mesa del bar del Polideportivo Lizarreria, asienten con la cabeza al oír las palabras de la capitana, y Patri Pinedo confirma que «hay un trabajo duro detrás de todo esto». Pero éste era el cometido de la jugadora alavesa cuando recaló hace dos temporadas en el seno de la escuadra amarilla: pelear por conseguir títulos. «Cuando vine aquí, mi reto era principalmente deportivo, quería participar en un equipo que jugase Champions», recuerda la de Amurrio. Dicho y hecho, en su segunda participación en el máximo torneo han llegado hasta la final, un logro al alcance de muy pocos conjuntos.
En realidad, algo que ni siquiera las propias componentes de la plantilla soñaban con conseguir. «No es que no creyésemos en nosotras mismas, sino que no ha habido hasta ahora ningún precedente así. El balonmano femenino navarro, hasta hace muy poco tiempo, sólo peleaba por mantenerse en División de Honor», recuerda Barnó, para quien «todo esto es nuevo y no sabíamos muy bien hasta dónde iba a llegar Itxako», un proyecto en el que la lizartarra lleva ya dos décadas embarcada.
Naiara Egozkue y Nerea Pena escuchan con atención a sus compañeras más curtidas. Ellas han vivido también desde abajo la progresión de la escuadra navarra, cada una a su manera. La primera, «poco a poco», viendo cómo cada vez «íbamos a más», aunque, sincerándose, reconoce que tampoco pensaba «que llegaríamos a la final de Champions en nuestro segundo año de participación, ha sido todo muy rápido, una sorpresa», confiesa la de Atarrabia.
Nerea Pena llegó a Itxako con la gran fortuna de debutar en su primer año en División de Honor «ganando la Liga y la EHF». Es la más joven de la plantilla, pero manifiesta una madurez impropia de sus escasos 21 años, y admite que ha tenido la suerte «de vivir el momento más dulce del equipo, y ahora nos enfrentamos a un objetivo mucho más grande, porque este grupo ha acabado explotando».
Ninguna de ellas lo ha tenido fácil para llegar a la élite. Si quería codearse en la lucha por los títulos, la entidad lizartarra ha tenido que ir incorporando a algunas de las mejores jugadoras españolas y europeas, pero siempre ha habido un hueco para la cantera. «A mí me ayudó un montón entrenar con jugadoras de mucha calidad cuando estaba en el segundo equipo, sin ese contacto previo hubiera sido muy difícil llegar aquí», recuerda Pena. «En mi caso he ido adquiriendo experiencia desde el banquillo y entrenando, pues, como es lógico, no tenía mucho hueco cuando era más joven», rememora Egozkue.
El cuidado de la base es algo que las cuatro subrayan como fórmula necesaria para que un equipo cuaje. «Es imprescindible que haya jugadoras que vengan de abajo e intenten imitar a las de la primera plantilla», apunta Pinedo, en una afirmación que corrobora Pena cuando señala que «la cantera son las raíces de un equipo, si se renuncia a ello se pierde parte de su esencia, la base siempre debe ser un pilar en cualquier conjunto», dice quien es ahora mismo máxima exponente de ese trabajo diario de Itxako con sus promesas.
El Larvik, favorito para ellas
Esa labor podría elevarse a la enésima potencia si las jugadoras que entrena Ambros Martín consiguen alzarse con la Champions League, meta sólo comparable a la que consiguiese San Antonio en la temporada 2000-01. El reto hay que encararlo «con la tranquilidad de haber cumplido más que de sobra con los objetivos que, a priori, se habían marcado, y con la mentalidad de partir como cenicientas, algo que nos ha dado muy buenos resultados hasta ahora, pues es el Larvik quien tiene la vitola de favorito, y toda la responsabilidad y presión por experiencia y jugadoras», explica Barnó.
«Siendo objetivas, sabemos que ellas son el mejor equipo del momento -corrobora Pena-, tienen un juego casi perfecto en ataque y defensa, pero eso es lo bueno, jugar la final contra el mejor y ganarle», apuesta optimista. Para Egozkue, el secreto está en afrontar ambos choques como anteriores eliminatorias, con la idea de salir a ganar en ambos, sin especular. «Eso hicimos en Gyor, hasta el pitido final no fuimos conscientes de que llevábamos mucho tiempo clasificadas para la final, queríamos ganar el partido también allí», recuerda.
Más pragmática, Pinedo entiende que el primer objetivo «es venir con la eliminatoria abierta de Noruega, porque ahora nos damos cuenta que dependemos más de nosotras mismas. Si defendemos como sabemos, controlamos su contragolpe y tenemos paciencia, seguro que vamos a disponer de muchas opciones».
Con la ventaja añadida de disputar la vuelta en casa. No en esta ocasión en Lizarreria, pero sí en un pabellón donde se vive el balonmano con pasión como es Anaitasuna. No hay problema al respecto, porque «es una cancha ideal para disputar una final en la que todos estarán disfrutando», remarca Pena. Es así como se toman este último envite las cuatro jugadoras, como una fiesta en la que «estaremos rodeadas de toda nuestra familia y amigos, es un regalo para ellos y para nuestra afición el poder disputar toda una final de Champions», describe la capitana Barnó.
Pase lo que pase, habrá fiesta, ya que hasta ahora el plantel, por razón de la vorágine de las diversas competiciones, no ha podido disfrutar de los títulos -Copa y Liga- que ha ido consiguiendo. Y las amarillas quieren ponerle su broche dorado a esta temporada con la consecución de la Champions, lo que supondría no sólo un nuevo e importante espaldarazo para el balonmano navarro, sino también para el deporte femenino en general, tan olvidado a nivel institucional y mediático.
Los éxitos que están cosechando las amarillas les permiten estar ahora mismo en el candelero, pero no olvidan que esta atención por parte de la prensa debería tener su continuidad, independientemente de los resultados. «Estamos en un segundo plano, si no ganas, no existes, y aún y todo...», denuncia Pinedo. Confiemos en que las hazañas que está protagonizando con tanto esfuerzo y talento contribuyan a darle la vuelta a esta situación.