No cabría hablar de un partido determinante sin contestualizarlo en el resto de la temporada, igual que no se puede achacar la responsabilidad de un triunfo o una derrota en un solo jugador. Pero de la misma manera que hay futbolistas capaces de decidir encuentros, hay citas en las que los puntos parecen multiplicarse. Esas a las que, sin llegar a serlo, se tilda de final.

El Athletic afronta una de ellas. Noventa minutos que pueden determinar el éxito de la temporada. Desde hace una semana, la calculadora arroja un resultado claro: si los rojiblancos se imponen hoy al Espanyol, le aventajarán en nueve puntos, con sólo doce por disputar y el golaverage a su favor. Es decir, salvo hecatombe, habrá sellado su gran objetivo, la clasificación europea. Algo que no consigue, vía Liga, desde hace siete años.

Lo mejor es que, como también sucede con las finales, una derrota no supondría una debacle. Pero lo que en esos casos deja muy mal sabor de boca, en éste generaría un buen grado de preocupación, al apretarse más aún la pelea continental. El Athletic, de hecho, saltará al césped de Cornellá sabiendo que sus más inmediatos perseguidores han dejado de serlo para sobrepasarle en la clasificación. Atlético y Sevilla, imagen al margen, saldaron sus envites con sendas victorias y eso les permite aventajar en un punto al Athletic. Que en caso de caer mantendría la séptima plaza y, por tanto, el billete para la Europa League. Pero al que podrían entrarle los nervios, con el Espanyol de nuevo pegado a los talones y el golaverage, dependiendo del resultado que se dé esta noche, en manos de los periquitos.

En definitiva que, para no faltar a la costumbre, toca ganar. En un campo maldito, como lo era el anterior estadio blanquiazul. Aunque ahora mismo las pobres sensaciones que ofrece el Espanyol y, sobre todo, su pésima racha de resultados, invitan a pensar en una oportunidad inmejorable. Mientras el Athletic parece recuperarse de su bache, con tres victorias en cuatro jornadas y tres desplazamientos consecutivos en positivo, el equipo de Mauricio Pochettino llega con un aval diametralmente opuesto. Apenas ha ganado tres partidos en toda la segunda vuelta -ha sumado 14 puntos de 42- y sólo ha podido celebrar una de esas victorias en su estadio, tras haberlo convertido en un fortín en la primera mitad del campeonato.

Pese a lo cual, Joaquín Caparrós no se aparta un ápice de su discurso habitualmente prudente. Pese a reconocer que en esta segunda vuelta el cuadro catalán está notando «que se le han ido jugadores y ha tenido lesionado a Osvaldo durante mucho tiempo», el técnico augura un partido «complicado porque el Espanyol ha hecho una temporada magnífica, superando un montón de inconvenientes, no en vano ha estado en puestos de Champions durante muchas jornadas. Tienen un entrenador magnífico, gente joven y veteranos de mucha calidad. En su campo es un equipo muy fuerte y si no estamos a un nivel alto de juego y de acierto, vamos a tener problemas».

En la misma línea, el utrerano deja para otros las cuentas de la lechera. Ganar supondría «un paso importante», reconoce, «pero en esto del fútbol no se puede dar nada por hecho hasta que no esté logrado matemáticamente. Tengo experiencia con otros equipos, con los que parecía que lo tenías todo y al final se nos fue», advirtió Caparrós que, quizá por eso, recela de la «ansiedad» habitual en estas últimas jornadas y destaca la importancia de «acertar e intentar ponernos por delante en el marcador» como claves del choque.

De lo que recela Mauricio Pochettino -que ayer renovó hasta 2014 como míster blanquiazul- es de la capacidad del Athletic en las «jugadas de estrategia. Tenemos que evitar las faltas en la medida de lo posible».