El cotizado creador televisivo John Wells hace una muy exacta descripción de la mentalidad yanqui, que por su fidelidad al modelo real se le podrá atragantar a cuantos no la soporten. Todo lo que de retrato sociológico de las consecuencias laborales de la crisis había en «Los lunes al sol», está también presente en «The Company Men», pero trasladado a la idiosincrasia de una potencia capitalista que sigue creyendo a ojos cerrados en lo que ellos mismos llaman «el sueño americano».

La moraleja tampoco falta en este trajeado drama social, donde se acaban defendiendo las teorías neoliberales que ven en la recesión una buena oportunidad para los emprendedores con negocios orientados hacia los nuevos mercados. Es la respuesta individualizada que allí dan al escepticismo que provocan los planes de empleo, y que en su caso pasan por unas kafkianas e inútiles oficinas de recolocación. Tales contenedores de parados resultan especialmente humillantes para los altos ejecutivos despedidos, provocando el suicidio del que por su avanzada edad no se siente con fuerzas para empezar otra vez desde cero.

El mensaje positivo de «The Company Men» no está enfocado hacia quienes se encuentran ya al borde de la jubilación, sino a aquellos que disponen todavía de margen de maniobra. Ben Affleck es ese treintañero a punto de cumplir los cuarenta que será reeducado a tiempo, lo cual no resulta nada fácil para un engreído directivo que no está dispuesto a renunciar a sus tarjetas de crédito y al carnet de socio del club de golf, gracias a que su mujer es más práctica y sabe cuando hay que vender el coche deportivo y la lujosa mansión, al igual que un hijo muy consciente de la mala situación de la economía doméstica. Y si, además, el cuñado es un trabajador nato con cara de Kevin Costner, la cura de humildad va servida, y nada como un par de meses en la construcción para descubrir el verdadero compañerismo de la pequeña empresa familiar sin departamento de recursos humanos ni enlaces sindicales.