«Tras la glaciación, los vascos subieron por la costa y llegaron a las Islas Británicas»
STEPHEN OPPENHAIMER
Médico genetista
Miembro del Green College de la Universidad de Oxford, este médico se dedica desde hace casi veinte años a investigar la genética de los seres humanos. Su último trabajo ha puesto patas arriba muchas teorías sobre el origen de la población de Gran Bretaña e Irlanda. Lo explicó en su reciente gira por Euskal Herria, a raíz de su participación del sexto congreso de Euskararen Jatorria.
Aritz INTXUSTA | GARES
Viajar más de ocho mil años atrás en la historia es un salto demasiado grande. El margen de error de las disciplinas clásicas de la antropología impide distinguir con nitidez dentro de la nebulosa del tiempo. La sorpresa llega entonces desde otra parte, la genética, que parece emparentar a los vascos con los primeros habitantes de las Islas Británicas. Stephen Oppenhaimer, además, afina el dato: los vascos se parecen más a los de la costa oeste. ¿Es esto posible?
¿Qué aporta la genética a la antropología y a la paleohistoria?
Primero tenemos que marcar la diferencia entre cultura y población. La genética sirve para estudiar a las poblaciones, porque sus genes no cambian. Por el contrario, una población, con los años, cambia de cultura. Nosotros podemos aportar datos sobre las migraciones físicas, pero no obtenemos certezas sobre las migraciones culturales. Eso lo estudian los arqueólogos o los lingüistas. No obstante, si combinamos estas ciencias, obtenemos conclusiones. Por ejemplo, sabemos que la migración de una lengua se difunde más rápido que una población y también que una misma población puede hablar distintas lenguas.
¿Aventurarse tantos milenios atrás no es un poco arriesgado?
Los marcadores genéticos tienen ventajas. Por un lado, los genes de las poblaciones cambian muy lentamente, lo que nos permite mirar muchos años atrás. Además, la genética está mucho más cerca de las ciencias exactas que otras disciplinas como la lingüística. Es sencillo: tú puedes cambiar de idioma, pero no de padres. Y en buscar padres, nosotros no fallamos.
¿Pero cómo elaborar una cronología? ¿Sabemos cuándo aparece un gen en un lugar?
Los cambios genéticos dibujan una especie de árbol. Cada mutación nueva sería una rama. Cada rama, después, da lugar a otras. Pues bien, los genetistas somos capaces de mirar qué ramas están más cerca del tronco, lo que nos permite establecer una cronología.
Y en ese árbol de la humanidad, ¿dónde coloca a los vascos y a los británicos?
En la misma rama. Hemos seguido la pista de varias mutaciones, tanto del ADN mitocondrial, que se hereda de la madre, como el cromosoma Y, que sigue la línea paterna. Los dos marcan el mismo camino, el de una gente que salió de este refugio pirenaico y alcanzó las islas.
¿Podría explicar en qué consiste ese refugio?
Durante la glaciación, hubo varios refugios en Europa, lugares donde el frío no era tan crudo y se pudo sobrevivir. Uno se situaba aquí, favorecido por el Pirineo. No exactamente sobre Euskal Herria, sino que incluía Cantabria y Catalunya. Otro estaba en los Balcanes, uno más, en Italia y el más famoso, en Ucrania. ¡Del refugio ucraniano llegaron los indoeuropeos!
Pero aún nos queda resolver lo del mar. Con un hacha de piedra es difícil hacer un barco.
El mar no fue un problema, marcó el camino. Conforme comenzó el deshielo, la población del refugio subió. Olvídate de la costa actual. Había todavía muchísimo hielo y el mar estaba cien metros más atrás. Pudieron avanzar por la costa y llegar a las islas. Piensa que quizá siguieran la costa buscando alimento, porque sabían pescar. Eso explicaría incluso por qué el parecido es mayor con los irlandeses y las personas de la costa oeste de las islas. Les gustaba ese mar, esa costa.
¿Y entonces, nos parecemos mucho vascos y británicos?
Pues sí. En realidad, 8.500 años es casi un parpadeo en la historia de la humanidad. Todos somos descendientes de ese grupo humano que nació en África hace decenas de miles de años, el tronco de nuestro árbol. De ahí venimos tanto nosotros como mi mujer, que es china.
Perdóneme, pero por estas tierras escasean los rubios y las personas de ojos azules, como usted.
Eso es una tontería. El tono de la piel y el color de los ojos ha demostrado ser un marcador genético muy variable. Es mucho mejor fijarse en la dentadura. Ese patrón es más fiable, porque varía muy poco.
Sí que se cae un mito.
Fíjate que esos marcadores cambian incluso con la latitud. El color de la piel se hace más claro donde no hay sol y se oscurece si nos acercamos al Ecuador. De hecho, después de la glaciación, la gente del refugio del Pirineo bajó también al sur. En consecuencia, nos parecemos mucho a los bereberes.
«La genética está mucho más cerca que las ciencias exactas que otras disciplinas antropológicas. Puedes cambiar de idioma, pero no de padres».