Iratxe FRESNEDA Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual
Melancolía en Cannes
Lars von Trier, además de ser un cineasta con talento, es un provo- cador con vocación de serlo. Disfruta viendo descomponerse los rostros que escuchan alguna de sus salidas de tono. Comenzó a hacerlo muy pronto, cuando estudiaba en la escuela de cine de Copenague. Tiene para todos, progres, conservadores, judíos y cristianos... Es un niño, grande, travieso, algo perdido, pero todo un experto en marketing de guerrilla. Con sus alardes de valentía ácrata-postmoderna suele conseguir algo muy preciado en estos días de saturación informativa: Que hablen de él y de su trabajo, gratis. Sus últimas declaraciones en el festival de Cannes (sacadas de contexto por la mayoría de los medios) sobre Hitler y los judíos no han dejado indiferentes a aquellos fáciles de escandalizar. Vale, puede que algunos de sus comentarios se los podría ahorrar o guardárselos para sus amigos, pero al «niño» ya le han castigado y le han puesto contra la pared, le han expulsado de Cannes (la organización lo ha hecho debido a las presiones y a pesar del comunicado en el que se retracta). Eso sí, su película, «Melancholía», sigue concursando, entre otras cosas, porque según cuentan, la cinta merece ser vista y juzgada... El otro día, cuando saltaba la noticia, me divertí leyendo lo «indignados» que estaban algunos periodistas y de qué modo se les llenaba la boca faltando al cineasta danés. Pese a quien le pese, a pesar de que algunas de sus películas resulten poco recomendables para hacer la digestión, su talento perturbador está fuera de toda duda. Me acuerdo ahora de un «chiste» de Woody Allen en «Annie Hall»: «Premios, premios, premios... ¡El mejor dictador fascista: Adolf Hitler!». Claro que este chiste lo hacia un judío y Von Trier tiene dudas acerca de sus orígenes...