Alpinismo Cara norte del Eiger
Mikel Bonilla y Martín Elías aprietan a gusto en los Alpes
En su última visita a la cordillera, los alpinistas firman una rápida ascensión de 11 horas en la cara norte del Eiger. Además, Bonilla y Elías se embolsan una repetición de la dura y comprometida línea «Ecaille épique», en la cara norte de Les Droites.
Andoni ARABAOLAZA
Tras una vuelta por los Alpes, el vizcaino Mikel Bonilla y el riojano Martín Elías vuelven a casa con un par de actividades, sobre todo una, que, desde el punto de vista deportivo, tiene, sin duda, su importancia. Nos referimos a la repetición de la vía «Ecaille épique» de cuya apertura hablamos en estas mismas páginas hace unos meses. Una vía abierta durante los cuatro primeros días de febrero por el trío formado por los franceses Patrick Pessi, Sébastien Ratel y Rémi Sfilio en plena cara norte de Les Droites. Una dura línea de 1.000 metros y dificultades técnicas de M6, 90º y A1.
Pues bien, Bonilla y Elías la repiten, y también meten en su mochila una ascensión rápida de 11 horas a la cara norte del monte Eiger. A continuación os presentamos el relato firmado por el alpinista riojano, una narración que se sale de la típica descripción de una actividad.
Primavera en los Alpes
«Llevo una semana dudando si mandar esta información a las revistas del corazón. No sé si es más interesante que un encadene de 9º grado en uno de esos desplomes, creo que no, pero las hemos pasado putas y me gustaría contároslo. Veo cómo evoluciona la página web de las revistas de montaña y me resulta repugnante el mundo alpino donde nos movemos, noticias de la jet set del alpinismo, y comentarios llenos de sinsentido y envidias. Es un buen reflejo del ser humano, somos idiotas, incongruentes y malos en general.
Yo mismo al escribir estas líneas participo en este gran circo de mediocridad. Ahora el alpinismo tiene otros valores mediáticos que aprovechamos para intentar ganar una chupa de goretex o unos mosquetones ligeros publicando nuestras hazañas.
Yo lo admito, soy incongruente conmigo mismo y mis valores. Nunca he tenido un camino recto que seguir, dependiendo de las circunstancias lo amoldo a mis necesidades, a veces he utilizado cuerdas fijas y otras veces las he retirado. Nunca digas nunca jamás, según las circunstancias me amoldo a lo que viene por delante. «Publicar or not publicar that´s the question», para mí es sencillo: si tengo ganas de escribir algo en un día de descanso, pues lo mando. Si hace bueno para ir a escalar me voy a escalar. Hoy estoy demasiado cansado como para ir a escalar y las tres tazas de café que me he tomado desde primera hora de la mañana hacen que tenga ganas de escribir algo.
Ahora estamos en Chamonix, en la capital de la moda y del aburguesamiento montañero. En este viaje es la primera vez que nos hemos sentido acogidos por sus habitantes. Normalmente, como somos barbudos y vamos sucios por la avenida de Paccar, la gente no es especialmente cariñosa con nosotros, pero gracias a Vivien, el antiguo refugiero de la Glere, con un sentido de la acogida fuera de lo normal, fuimos conociendo gente llena de ganas de escalar y fuera de ese escaparate que es el Chamonix normal. Entre Mikel, que es un amor, y yo con el francés dominado, nos invitaban a todas las fiestas del barrio. Yo me encargaba de hablar de grados, de montañas y de teleféricos, y Mikel se encargaba de dar abrazos indiscriminados tanto a chicas como a chicos, guapos o feos; Mikel no hace ascos a nadie. Por primera vez nos sentimos acogidos en este mundo del billete. A todos les contábamos las hazañas de la semana pasada en la Norte del Eiger que escalamos en 11 horas, eso hacía que estos españoles barbudos que se ríen de todo fueran apreciados por el público chamoniard.
Yo tenía que examinarme para entrar en la Escuela Nacional de Esquí y Alpinismo y ser guía de alta montaña. Examen que, por supuesto, suspendí. Me dieron por todos los lados en el examen de esquí. Cuando me monté en el teleférico y vi la talla de los esquís de mis compañeros me di cuenta de que en los Pirineos el esquí es diferente, sus tablas hacían el doble de ancho que las mías y pronto comprendí que sería para el próximo año el proyecto de ser guía de alta montaña. Mientras me humillaban los colegas gabachos en las cuestas de Grand Montets, Mikel se fue con Marcel y Baseta a hacer el super couloir, buena curtida y buena toma de contacto con el macizo.
Después de todo eso, en una fiesta completamente borrachos y llenos de dudas por no saber volver a casa, fue un colega de botellón quien nos imprime un topo y aliviado pensé que sería un plano con el camino de regreso a casa. Pero era el topo de la vía abierta este invierno por los máquinas de la zona. Doy fe de ello, son unos máquinas. Mientras ojeo el topo, Rémi Sfilio grita a coro con Peter Labre una canción de Heavy Metal. Saltan y se menean destrozando el mobiliario de Sébastien Ratel, un pequeño titán que ahora vomita en el jardín. Ahí están los titanes de los Alpes, las nuevas generaciones, son estos tipos los que cortan el bacalao por estas tierras, luego están los viejos pero de ellos ya se ha hablado bastante. Son los jóvenes que botella en mano y casi sin sostenerse de pie hacen planes para abrir otra vía en alguna pared perdida.
Al día siguiente nos levantamos un poco tarde y con el topo de «Ecaille épique», abierta -como os contaba antes- por Sébastien Ratel, Rémi Sfilio y Patrick Pessi en cuatro días del mes de febrero, Mikel miraba el topo y notaba cómo le cambia la cara a medida que ve la sucesión de largos de M6, y al final exclama joder... vaya tela.
Hacemos la mochila a todo correr mientras Rémi Sfilio nos prepara un bocadillo y nos enseña las fotos. Con los últimos consejos llegamos al último teleférico por los pelos y dormimos con unos amigos en lo alto de Grand Montets. Llegan los españoles, humo, ruido y barbas, los guías nos miran de reojo como de costumbre y uno nos pregunta a dónde vamos con ese pedazo de petate. Nos explica que el «Couturier» se hace en el día, le explico que el «Couturier» lo he hecho de noche y al volver de la «Gabarrou Silvy», que ahora vamos a repetir «Ecaille épique» y que para chulo aquí el menda...
Me toca los cojones que la gente sea maja sólo cuando vas a pasar tres días en una montaña, y si vas a hacer el «Couturier» ni te hablan. Así que tras la pequeña pelea de gallos nos felicitan y nos desean suerte. El gesto es correspondido ¡¡¡Que puto asco!!!
Salimos con los petates para tres días aunque muy optimistas nos decimos que en un par de jornadas podremos salir por arriba, y, como dicen en mi tierra, «Sí, por los cojones», el primer día llegamos al vivac que habían utilizado los compañeros galos y con mucho esfuerzo. El segundo día más roquero nos va mejor, así que llegamos por encima del segundo vivac original y claro... nos perdemos. Al final tras, unos momentos de pánico, encontramos un super vivac cerca del itinerario original. Hace dos días que escalamos como condenados con la sola recompensa de unas sopas y un cacho de queso para cenar, pero estamos contentos.
A la mañana siguiente nos despertamos en medio de una tormenta y con tres dedos de nieve encima del saco de dormir. Hay que salir de aquí como sea, no tenemos cobertura para preguntar por la meteo y no nos podemos permitir otro vivac, la sopa se ha acabado.
Al final hacemos una travesía a la izquierda y salimos por la vía «Lagarde» a todo meter y con unas coladas de nieve de esas que te refrescan la espalda. A la una salimos a la cima y como un regalo de los dioses, el cielo se despeja y el sol nos felicita con un poco de calorcito.
Tres días, alrededor de 65 horas de sufrimiento, de adrenalina, de frío o de calor, de risas, de llanto, son muchas emociones muy fuertes, que al llegar a la cumbre o más bien al llegar a Cuvercle, desaparecen. Son emociones imposibles de contar, pero una vez que se terminan se crea un vacío enorme, te sientes raro, fuera del mundo común.
Tendríais que ver la cara de idiotas que teníamos después de cuatro días en el monte intentando hacer dedo con los mochilones para recoger el coche que dejamos en Grand Montets. Jamás me había sentido tan «ido» de la realidad que al volver de esta aventura. Supongo que si alguien nos hubiera preguntado «¿a dónde váis?», hubiera sido fácil responderle, «manzanas traigo».
Eso es lo bueno de la montaña, hace que nos evadamos de todo. Un enorme gracias a Sébastien, a Rémi, a Peter Labre, a Vivien, a Jérôme y a Leticia por todas esas sonrisas que hicieron que nos sintiésemos como en casa».
Mikel Bonilla y Martín Elías se hacen con una rápida ascensión de 11 horas de la vía clásica de la norte del Eiger.
Los alpinistas firman una repetición de la dura y comprometida vía «Ecaille épique», en la norte de Les Droites.