Isidro ESNAOLA I Economista

Cuando en 1999 Euskal Herritarrok obtuvo unos buenos resultados en las elecciones municipales y forales, sus detractores encendieron la alarma de que, de entrar en el gobierno de la Diputación, tendría acceso a dinero e información sensible. Más tarde hemos sabido que eran otros los que metían mano en la caja de la Diputación. Ahora, tras los resultados del 22-M, la reacción ha sido la misma, sólo que esta vez han empezado a asustar a la gente con el proceso de la fusión de las cajas. De lo que se trata en ambos casos es de crear eso que en términos jurídicos llaman «alarma social» para después hacer cualquier tipo de pacto y despachar a los ganadores sin ningún miramiento.

No sólo eso, sino que «El País» ya en su edición del martes 24, además de recomendar que «no hay que perder ni un minuto en la fusión», sugería que el Parlamento de Gasteiz modificara «algunos de los criterios de representatividad en los órganos de dirección de las entidades financieras» durante la tramitación de la nueva Ley de Cajas de Ahorros. Señalaba que muy posiblemente cambie la presidencia de Eudel, para pasar a manos de Bildu, y apuntaba la necesidad de estudiar la presencia de Eudel en el Consejo Vasco de Finanzas. Un concepto de la democracia un tanto sui generis y que se puede resumir diciendo que «mando yo y, cuando no puedo, cambio las reglas para seguir mandando yo».

Las cajas se rigen por unas estructuras con un déficit democrático evidente, pero es que, además, las actitudes de los que han estado medrando alrededor del poder son profundamente antidemocráticas. Este país no necesita que nadie le asuste, ya es mayor de edad para tomar sus propias decisiones, también en el campo económico; lo que este país necesita es democracia real ya.