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Ondarroa, símbolo de un nuevo tiempo

Ondarroa acogió ayer a una nueva edición de Ibilaldia. Con un tiempo veraniego, decenas de miles de personas acudieron un año más a la fiesta de las ikastolas de Bizkaia, donde en algo más de cinco kilómetros de recorrido pudieron disfrutar de todo tipo de actividades. Hace tres semanas se vivió una estampa parecida en torno al lago de Senpere, con motivo del Herri Urrats, y poco antes Korrika hizo correr detrás de un testigo a gente de todos los colores. Es evidente que la sociedad vasca sigue asistiendo masivamente a los eventos organizados en favor del euskara, lo que demuestra, por un lado, el aprecio que este país siente hacia su lengua nacional y, por otro, que ve necesario seguir movilizándose en su defensa.

En esta ocasión, Ibilaldia ha llegado apenas una semana después de las elecciones municipales y, quizá por casualidad, o porque el destino ha querido lanzar un guiño de complicidad a este pueblo, la fiesta se ha celebrado en una localidad que puede tomarse como ejemplo del cambio que se ha producido tras los comicios. Y es que Ondarroa, gobernado, es un decir, en los últimos cuatro años por una gestora ajena y contraria a la voluntad mayoritaria de sus vecinos, representa todos los males causados por la Ley de Partidos y el apartheid político en vigor desde 2003. Pero, al mismo tiempo, simboliza la ilusión despertada en la sociedad de Euskal Herria en los últimos tiempos. El «lip dub» protagonizado por cientos de ondarrutarras con motivo de las elecciones habla por sí mismo.

Probablemente, hace unos cuantos meses, cuando miles de vizcainos y vascos de otros herrialdes marcaron en rojo el 29 de mayo para recordar que ese día tenían una cita con las ikastolas y con el euskara, pocos hubieran apostado por que Ondarroa iba a ser regido por la persona elegida por sus vecinos con ese objetivo. El sol que ayer acompañó a la multitud reunida en la desembocadura del Artibai pugna también por asomar en el todavía nublado paisaje de la política vasca. De momento, los ondarrutarras sonríen desde hace una semana como no lo habían hecho en ocho años.

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